PERFILES: Resistencia

Por: Carolina Alduvín

La voz de pitoreta nuevamente ofendió los oídos de propios y extraños en sus recientes peroratas, puso en brazos de Morfeo a sus estoicos guardias y hasta a lo más conspicuo del cuerpo diplomático; de paso ha insultado la inteligencia de todos, al vociferar como un psitácido que se percibe como resistencia. Quienes aun le otorgan el beneficio de la duda, sobre si es o se hace, no dejan de preguntar: “¿a qué se refiere?”, olvidando el hecho que, no es más que una caja de resonancia del marido y sus secuaces, que probablemente carece de información sobre el significado del vocablo y que su papel es repetir lo que se le manda, comprenda o no.

Se entiende por resistencia la acción en la que la persona, animal, cosa u organismo tiene la capacidad de mantenerse firme o en oposición. El vocablo proviene del latín, consta del prefijo re, que denota la intensificación de la acción indicada y del verbo sistere que se traduce como mantenerse o estar en pie, por ello su significado tiene que ver con la contraposición. Si se hace referencia a la resistencia social es porque se está indicando el rechazo que puede existir ante algunos planteamientos o formas de gobernar de un grupo de personas, así como la no aceptación y oposición a las actuaciones de los gobernantes. La resistencia tiene que ver con la oposición política, a los regímenes totalitarios o de la dictadura de un país.

Con una autoestima menoscabada desde la adolescencia, aun no repara en el hecho que es la gobernante; en sus cuentas, siguen siendo otros los que mandan, el patriarca, la del billete y una larga fila de asesores; ella está para cumplir el voto de obediencia ciega, para decir que es resistencia, aunque nominalmente tenga el poder, nunca se atrevió a ejercerlo, ni en el ámbito doméstico, mucho menos tras bambalinas, porque ocupa un lugar en el escenario, donde su triste papel es remolcar al país hacia el precipicio, montada sobre el guante que cubre los dedos del usurpador, recibir los insultos, improperios, tomates podridos y demás proyectiles, que un más que indignado público arroja hacia la cabeza visible del autoritario régimen.

Prestar oídos sordos a los reclamos sobre la carestía de los víveres, de la falta de insumos en los centros hospitalarios, de la inseguridad en las calles que vuelve víctimas a los más desvalidos, a la inseguridad jurídica que ahuyenta la inversión y ha derribado casi 300 mil puestos de trabajo, en adición al ya abultado déficit de empleo. Seguir con su cansino discurso lamentando los actos de un gobierno que ya es historia, cuyos yerros prometieron corregir, sin ánimo de rectificar, sacudirse el yugo y reivindicar las promesas con que engañó a los más crédulos. Muchos preguntan: “¿cómo es que las feministas no la apoyan?”. Su agenda es otra, sin olvidar lo decepcionadas y avergonzadas que se deben sentirse con semejante ejemplar.

Si estuviera en resistencia, tal como afirma, otra historia se estuviera escribiendo en el país, jamás se hubiese decantado por las ilegalidades instruidas por quien deveras manda, se abstendría de promover demostraciones de fuerza sin razón. Se reconocería como la encarnación del amor que es en su condición de mujer, se armaría de valor para sacudirse tanta imposición, pese a la impronta sobre la piel marcada desde aquella tarde de primavera. Respondería a quienes en ella depositaron su confianza y las esperanzas por una vida mejor, no solo para el propio clan, sino para toda una nación digna de mejor destino.

Errar es de humanos y rectificar, de sabios. Quienes se muestran benevolentes, albergan la esperanza que la voluntad divina la va a iluminar y prestar las fuerzas que requiere para zafarse el yugo que la doblega, para darse cuenta que aun está a tiempo de dejar emerger la casta femenina, escondida y reprimida mientras se presta al juego del aprendiz de dictador, con una mezcla de sentimientos encontrados tratando de captar la atención de su conciencia que, por un lado la anima a liberarse y ser ella misma, pagando por supuesto, el precio de salir de su zona de confort. Por otro lado, debatiéndose en la duda de renunciar a los efímeros privilegios de cabeza de Estado, aunque sea en el papel. Y, ¿si el sueño pudiese volverse pleno y en efecto ser quien gobierne? ¿Qué tantos temores hay que vencer? ¿Cuál es el precio estar de verdad en resistencia? ¿Vale la pena pagarlo? Estoy segura que así es.

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