Por: Elvia Elizabeth Gómez García*
La Real Academia de la Lengua Española define la apatía como “Impasibilidad del ánimo. Dejadez, indolencia, falta de vigor o energía”. El camino de la docencia no es un lecho de rosas, está plagado de espinas que poco a poco vamos puliendo en sus puntas y en el día a día conseguimos adaptarnos y continuar. El problema de la adaptación es que muchos se instalan en una zona de confort de la cual no quieren salir, inclusive; algunos menosprecian al docente nuevo, que llega con ideas frescas recién aprendidas y quiere contagiar con su entusiasmo a los demás. Por dentro, solo suspiramos y decimos “no tiene idea de lo que le espera”. Y es exactamente lo que reflejan muchos memes que vemos publicados en redes sociales, donde el docente llega al final de año exhausto y abrumado por un trabajo que hoy por hoy ha sido devaluado no solo en términos monetarios sino de reconocimiento social. Pocos reflexionan sobre nuestra labor docente, piensan que la misma se limita a impartir clases dentro de un salón y revisar exámenes. Se olvidan de las tareas, de la preparación de clase, de la atención en las aulas, en fin, de un sin número de funciones que debemos cumplir además de ser maestro. Se olvidan de igual forma, que los docentes de los grados básico y medio, y en ocasiones, aunque parezca irreal, universitario; se deben enfrentar a los “temibles padres de familia”, muy poco empáticos y cada vez más exigentes. Llegamos a un momento en nuestro andar, en el cual, si nos descuidamos, actuamos en automático. Total, imparto la misma clase, solo voy a cambiarle las ilustraciones a la presentación, puedo dejar las mismas tareas si los estudiantes ni se conocen entre ellos, solo voy a poner unas cuantas tareas y dejaré más puntos a la prueba y al examen. Y entonces, esos nuevos docentes que llegan llenos de energía comienzan a ganar adeptos, los prefieren porque son innovadores y están en la misma sintonía. Surge la gran interrogante: ¿es tiempo de cambiar? Los cambios siempre atemorizan, cuestionamos si somos capaces, si poseemos las habilidades necesarias, si podemos generar nuevas formas de enseñanza, más acordes con la era actual. Lamentablemente, muchos docentes se han resignado y prefieren mantenerse en las mismas prácticas, no encuentran una chispa interna que les motive a intentar nuevas formas. Innovar en nuestro quehacer requiere de dos elementos fundamentales: querer hacerlo y sentirnos motivados para hacerlo. Lo primero es una decisión personal, y estoy segura de que todos aquellos que amamos ser docentes, que lo hacemos porque realmente lo disfrutamos, damos ese gran salto y enfrentamos nuevos retos. Facundo Cabral decía que “quien no ama su trabajo, aunque trabaje todo el día es un desocupado”. Le doy la razón, porque no podemos encontrar inspiración en algo que no nos hace felices. Eso nos explica las historias que leemos sobre docentes que decoran sus aulas con sus propios recursos, que comparten su comida con los alumnos, que los escuchan y consuelan su tristeza, que se emocionan al verlos y los acogen con cariño, probablemente un cariño que no encuentran en sus casas. Pero no depende solo del docente, las instituciones deben motivarlos y reconocer su trabajo y esfuerzo. Estamos formando el futuro de Honduras, pero para que este sea mejor, debemos invertir en el presente y eso incluye a los docentes. Un docente poco valorado, difícilmente dará el cien en su labor. La presión cada vez es mayor pero no la remuneración. En un país en donde se ha descuidado tanto la educación pública y ha proliferado la privada, la educación se ha vuelto un negocio en el que se espera convertirse en millonarios. Como he mencionado antes, ser docente es asumir una responsabilidad con la sociedad y con nosotros mismos, formamos a las futuras generaciones de profesionales, una tarea nada fácil en los actuales tiempos, caracterizados por la crisis de las familias y la desigualdad económica. Asumimos un compromiso y es importante que dimensionemos el significado de esto. Si nosotros comenzamos a exigir menos, a acomodarnos y a ser permisivos, ¿qué podremos esperar de los futuros profesionales?
*Docente universitaria