Por: Dr. Horacio Ulises Barrios Solano
En Estilo Urgente del escritor y periodista español Alex Grijelmo leí que el escritor o periodista: “puede tomar las banderas que desee cuando hace opinión. Pero no cuando escribe información” y en base a ello informaré sobre el “Morazán Diplomático” faceta poco conocida o divulgada de él, no obstante, de haber sido un militar cuasi invencible con 25 batallas ganadas y haberse inmortalizado en “La Batalla de La Trinidad” que conformó la epopeya morazánica al medio día del 11 de noviembre 1827, bajo la Constelación de Escorpión, regido por Marte, dios de la guerra, el Gran Arquitecto del Universo designó a su iniciado José Francisco Morazán Quesada, “Héroe Continental” y el 6 de abril del 2006 la Confederación Masónica Latinoamericana (CMI) Masón Latinoamericano.
Morazán es el único que sigue siendo el símbolo centroamericano para la unidad, como lo observa aptamente Thomas Karnes: Ningún hombre, desde entonces, ha estado tan cerca de ser Centroamérica símbolo. Para bien o para mal, Francisco Morazán representa para las cinco repúblicas de hoy el sueño para una confederación centroamericana, y cuando la prensa se refiera a un nuevo plan, hará recordar indudablemente “El ideal morazánico”.
Morazán se consagró como un “diplomático nato” es la famosa Capitulación de Las Vueltas del Ocote el 21 de enero de 1830 ya que después de asumir la Presidencia de Honduras el 4 de diciembre de 1829 luego la deposita en el senador Juan Ángel Arias el 24 de diciembre para enfrentar la pacificación de Olancho y partió con sus tropas al escenario donde se encontraban los alzados en armas pero, no por la ruta acostumbrada para evitar una emboscada ya que la guerra es un arte el artista nace no se hace y el General Morazán fue un artista consumado en este arte milenario razón por la que se equivocó ya que los insurgentes ”esperaban a Morazán parapetados sobre uno de los cerros que cubren el sitio conocido como “Las Vueltas de El Ocote.
Un vecino del municipio de Catacamas, de nombre Lorenzo Sánchez, quien formaba parte de la facción de los rebeldes, esperaba ansioso la orden de atacar las tropas al mando del jefe de Estado de Honduras, Francisco Morazán, como él mismo lo narró posteriormente.
“Los insurgentes esperaban a Morazán en las Vueltas del Ocote para convenir la capitulación de la rebelión o para decidir, en un solo combate, la suerte de la guerra; pero el héroe los sorprendió con un gesto de hombría que desarmó moralmente a esos hombres, acostumbrados a respetar y admirar los actos temerarios. Frente a los facciosos que cubrían los lados del camino, avanzó Morazán a pie y desarmado; llegó hasta donde estaban los jefes de la rebelión, les pidió agua y se sentó con ellos a la sombra de una amate”.
“Unas horas después, Agatón Aguilar, ordenanza del cabecilla Desiderio Escobar, gritó: ¡Muchachos la guerra terminó! El grito corrió serranía abajo y los andrajosos rebeldes rodearon alborozados al general Morazán; los indios achaparrados de Catacamas, los mulatos de Silca, los trigueños, enjutos y altos de Lepaguare, los de Manto, que se ponían pólvora en los bigotones para acentuar su hombría, empezaron a dar vivas a Morazán”. José Antonio Vijil, ayudante del General, confirma lo anterior en sus memorias: “Él se dirigió al campamento enemigo y con un valor extraordinario, el solo entre la multitud de un pueblo ensangrentado y enfurecido, llamó a los caudillos, los hizo sentar en el suelo, les preguntó la causa de la guerra”.
Una segunda oportunidad sucede en 1842, en el sitio “El Jocote” cuando logra persuadir al general Villaseñor para unir sus ejércitos y juntos liberar a Costa Rica, de la opresión de Braulio Carrillo, el cual se había nombrado Dictador Vitalicio.