Lucem et Sensu: Destrucción des-creativa

Por: Julio Raudales*

Para quienes asumieron el control del Ejecutivo en enero de 2022, el ascenso al poder represntaba el prolegómeno de una Honduras nueva y boyante; el prístino y limpio amanecer que haría olvidar la oscura noche de agravios y ultrajes que, durante doscientos años, han sufrido con estoica resignación sus habitantes, malqueridos y explotados por ambiciosos políticos, coludidos con una clase domiante desalmada y fría.

Todo llegaría a ser nuevo, jocundo, esperanzador. Pronto quedaría atrás el latrocinio, las transas y la dilapidación insana de recursos. La Presidenta y sus adláteres pondrían punto final a la tenebrosa era del bipartidismo, a doce años de calamidades.

Comenzarían por hacer eficiente la administración pública, reconstruirían con paciencia y pundonor el viejo pacto, destruirían con la legitimidad que otorgan los votos, todos los vicios que la anacrónica clase política que gobernó hasta ahora dejara a su paso.

Por supuesto que eso pasa por destruir el pasado, habría que pulverizar a la ominosa clase politica y sobre todo a los terribles empresarios, culpables de todo y epítomes de la maldad. Nada bueno puede venir del pretérito, ¡hay que ser jacobinos, revolucionarios, reconstructores!

¡Qué pronto se darían cuenta por ellos mismos del insoportable peso que colocaría sobre sus hombros el poder. O tal vez aún no perciben que fueron víctimas de la dulce tentación de manejar la chequera para gozar de sus granjerías, lo lindo que es viajar, darle trabajo a toda la familia, sustituir el busito o el “rapidito” por la comodidad que dan las amargas camionetas de lujo que antes tanto criticaban.

Mientras tanto, las escuelas, clínicas y hospitales continúan su irrefrenable calvario desolador, las carreteras destruidas aún, atestiguan de por sí el tristísimo paso de campesinos, empresarios y obreros que no encuentran una salida a la producción.

¿Será posible que a más de quinientos días ya no haya en el horizonte aún, ni un atisbo de esperanza de cambio? ¿Qué hacer? Es la pregunta recurrente. No parece haber respuesta. Al igual que sucedía con gobiernos anteriores, les entretiene más resolver las intrigas de palacio y sus pleitos internos que velar por cumplir el mandado que la ley les da. Prosiguen, igual que los de antes, en la equívoca ilusión de que el poder es para siempre.

La frase “Hay que pensar al pasado como si fuera presente y al presente como si fuera pasado”, atribuida al gran historiador francés Ferdinand Braudel contiene dos partes: la primera dirigida a historiadores, la segunda para políticos.

Vale la pena recordar lo mal que nos fue cada vez que intentamos desconocer el lastre. Intentamos reiniciar sin considerar lo aprendido nos compele con la dura pared de la repetición, el eterno retorno y el inalcanzable avance.

Quizás sería mejor revestirse de humildad y reconocer que el enemigo, por más odioso, dejó en su cuenta algunas cosas dignas de retomar, algún camino mediante el cual proseguir, una que otra explanada sobre la que continuar construyendo. “Examinadlo todo, retened lo bueno y desechad lo malo”, decía el apostol Pablo y tal vez no es tan malo su consejo, sus palabras perduran y enseñan hasta hoy.

Fue el gran Joseph Schumpeter, uno de los economistas más grandes que ha vivido, quien acuñó con agudeza el término “destrucción creativa” para definir un proceso mediante el cual nos recreamos al avanzar. La innovación requiere de algún sacrificio; la transformación implica renunciar a lo vetusto en aras de algo nuevo. Tal vez necesitemos abandonar el antiguo paradigma, pero tendrá que ser por algo mejor, nuevo sí, pero decididamente mejor.

El problema es que a casi veinte meses vista, aún no se vislumbra la novedad, el cambio para mejorar. Será necesario entonces reflexionar porque el tiempo apremia y la gente -ya lo han demostrado los ecuatorianos, argentinos y peruanos- está dispuesta a elegir lo que sea, si su esperanza se ve muy decaída.

*Rector de la Universidad José Cecilio del Valle.

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