Rafael Delgado E.
El calendario marca nuevamente el 15 de septiembre, fecha en la que se recuerda el inicio de un trascendental proceso para la vida de Centroamérica. Lo digo muy consciente ya que, en efecto no se trata que celebremos que a partir de allí nuestra emancipación política fue un asunto resuelto. Mucho menos podemos afirmar que después de esos eventos, la vida de los centroamericanos cambió sustancialmente. El convulso pasado con caídas tras caídas, falsos pasos hacia adelante y uno que otro avance, nos advierte sobre lo difícil que ha sido.
Los eventos que se desarrollaron a partir de ese momento muestran la voluntad general de la región, el deseo de los líderes, al igual que en el resto de América, de iniciar una nueva fase en la vida de los centroamericanos. Principios como la República con sus instituciones novedosas para aquel entonces, la igualdad de todos anulando la preferencia ante títulos heredados o fortunas acumuladas, el imperio de la ley emanada exclusivamente de los ciudadanos y la independencia de la nación dejaron de ser anhelos subversivos y castigados para convertirse en la doctrina de todas las naciones, así como las aspiraciones de todos los ciudadanos.
Sabemos también que eventos fatales ocurrieron inmediatamente después que en Guatemala las autoridades, como respuesta al sentimiento popular, proclamaran la independencia y convocaran a un congreso constituyente encargado de dar los pasos fundamentales en la formación de la nueva nación. Había una mayoría clara entre los sectores sociales que articularon sus intereses antes, durante y después de este acontecimiento por la independencia. Pero cada uno de ellos seguramente motivados por particulares deseos de poder e influencia. Fue así como las maniobras de los diferentes sectores se dieron, y prevaleció el plan de unir el destino de Centroamérica al recién instaurado Imperio mexicano. La pronta caída del imperio posibilitó que la región centroamericana nuevamente se encausará por la senda que inicialmente había señalado el 15 de septiembre, pasando a constituirse en una República Federal.
José Cecilio del Valle, el más preparado para entender los procesos que ocurrían y en la capacidad para ser el alma de la federación, dirige sus esfuerzos por darle vida y forma al proyecto centroamericano. Su estudio en las ciencias y en especial en la política, economía y el Derecho constituía un certificado auténtico de su preparación para ejercer las más altas funciones públicas. En sus intervenciones en los momentos más importantes de la época, la reflexión y el estudio dieron fortaleza y vida a sus opiniones, planes y acciones. Las viejas rencillas entre los patriotas lamentablemente le vedaron el camino a la Presidencia de Centroamérica.
Francisco Morazán, aguerrido e igualmente formado con rigor en los principios de la ilustración y la República al lado de Dionisio de Herrera, entra en esos años a la historia centroamericana derrotando al presidente Arce y constituyéndose en el líder de la federación centroamericana por el resto de la vida de la unión de los países centroamericanos. Luchó por la educación y la libertad de Centroamérica lo que finalmente le costó morir fusilado. Significativo papel el que pudieron desempeñar dos hondureños en esos tiempos en que las luminosas oportunidades de una gran nación se combinaban con complicados problemas y amenazas.
No es poca cosa lo que ocurrió antes, durante y en los años siguientes al 15 de septiembre de 1821. Ahora, doscientos años después, los eventos resuenan en la conciencia de todos como un hermoso precedente de que el talento y el patriotismo tuvieron en algún momento una oportunidad en los espacios del poder político de las naciones centroamericanas y en especial de Honduras. Podemos recordarlo como un brillante episodio donde los líderes correctos estaban en el lugar correcto para dar ese paso gigante: iniciar el camino hacia la constitución de la nación centroamericana. No deja de advertirnos entonces, que si en aquel entonces fue posible, está en nuestras manos repetir esos tiempos en que la excelencia, el análisis profundo y los valores vuelvan a ocupar cada espacio de la nación desde donde se toman las más importantes decisiones.