Juan Ramón Martínez
No habíamos iniciado nuestra segunda etapa como escritor, cosa que ocurrió hasta 1977. Por ello, no tengo nada escrito referido al golpe de Estado contra la democracia ocurrida en Chile, el 11 de septiembre de 1973, ahora hace 50 años. Pero recuerdo que lo asumí como una tragedia, como una terrible agresión contra de los derechos humanos; y, especialmente, contra los valores cristianos que he profesado durante toda mi vida. Y por ello, fue un hecho inolvidable, estremecedor como la muerte de Victoriano Bardales en abril de 1962, el asesinato de Kennedy, la caída de Villeda Morales en 1963, la guerra entre Honduras y El Salvador en 1969; y, el golpe de Estado en contra de Ramón E. Cruz en diciembre de 1972.
Estaba aquella mañana, en Juticalpa. Era el gerente nacional de Cáritas. Acababa de levantarme y, frente a la ventana de la habitación del hotel en que me hospedaba, -paredes amarillas, combinadas con un verde triste-, escuché que el Ejército se había levantado en contra de Allende; que “La Moneda” había sido bombardeada; y que el presidente, había muerto. Por suicidio, después de dirigirse por radio a su pueblo. Tremendo, lo ocurrido. Pero estaba acostumbrado. López Arellano había dado dos golpes seguidos: el del 3 de octubre de 1963 y diciembre de 1972. Más que los chilenos que, no habían sufrido esa plaga. Por ello, pude asumir con valentía lo ocurrido. No así los chilenos que, tenían una tradición democrática impecable, que eran un ejemplo para todos; y que, desde la Democracia Cristiana de Chille, los demócratas cristianos de Honduras, teníamos la confianza que podíamos crear una salida democrática, bajo las banderas de la participación popular.
La Democracia Cristiana chilena, que tanto había luchado para evitar el golpe de Estado, inmediatamente que se suspendió -tres días después- el estado de sitio y la primera oleada en contra de la institucionalidad, condenó ejemplarmente una barbarie que no había imaginado siquiera, reclamando el respeto a la ley. Igual que hiciera la Conferencia Episcopal y los intelectuales que entonces se agrupaban en la primera fuerza de pensamiento que conocimos, Desal, que desarrollaba teoría y práctica relacionando evangelio y realidades. Ellos y Beckman, habían construido una teoría que alimentaba nuestra práctica y las visiones que manejábamos en la búsqueda de la modernización de Honduras. Entonces los demócratas cristianos hondureños, éramos los únicos que teníamos una teoría y una práctica democrática, para orientar el cambio y la transformación nacional.
Unas tres semanas después, no enteramos del singular desempeño de Rafael Leiva Vivas, embajador en Santiago que, había recibido más de doscientos asilados, asegurando su vida y protegiendo a sus familiares. Muchos de esos chilenos, ingresaron a Honduras y efectuaron, desde la UNAH, un extraordinario trabajo educativo que significó un quiebre favorable en la formación universitaria.
Cincuenta años después, la reflexión es inevitable. El golpe militar fue una tragedia que, pudo evitarse. Allende, perdió el control de la Unidad Popular que creyó que podía ir más allá de sus posibilidades. Los políticos, tienen que obedecer las realidades donde actúan. No creer que pueden crear realidades inexistentes para justificar sus acciones. Las cosas, son diferentes. La realidad impone límites que, hay que respetar. Por ello es alentador el realismo y la disciplina democrática de los cuatro exgobernantes vivos de Chile que junto a Boric, han dado en un pronunciamiento sincero, una lección democrática memorable. Al fin y al cabo, la historia no solo es un prontuario para condenar, sino que un espacio para comprender lo ocurrido, extrayendo lecciones que eviten las repeticiones.
Seguir en el dualismo elemental, de víctimas y culpables, celebrando las estupideces de los primeros y negando las excusas de los segundos para reaccionar, es una forma torpe de negarnos a madurar, siendo más adultos en la toma de decisiones. En Honduras estamos, en la distancia de las diferencias que imponen los tiempos y las circunstancias, en la etapa previa al 11 de septiembre de 1973. La vía democrática al socialismo, todavía tiene muchos baches y emboscadas. Aprender las lecciones de la historia, en que las sociedades son limitadas en la aceptación de las acciones de los gobernantes; y que, la fuerza y la irracionalidad llegan un momento que se desbordan incluso en contra de la voluntad de los actores, es algo útil que debemos asumir.