Querido profesor

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

Cuando pienso en la labor docente siempre me he preguntado ¿cómo quiero ser recordada por mis estudiantes? Mi mente comienza a desplegar una larga lista de adjetivos calificativos que inevitablemente me remontan a mi tiempo de alumna.

Todos tenemos en nuestros recuerdos a esos profesores que dejaron una huella imborrable, bien por haber sido nuestros consejeros, él o la más buena onda, el barco porque su clase se pasaba sola, los más difíciles, los que nunca pudimos o aquellos que nos marcaron e influenciaron directa o indirectamente en nuestro futuro profesional.

También están aquellos que a través de su clase nos transmitían la pasión y el disfrute de la materia que impartían, que se sentían como pez en el agua y querían que nosotros también lográramos llegar a apasionarnos por su cátedra.

Los términos para referirse a quienes nos dedicamos a esta noble profesión varían, docente, catedrático, profesor, todos haciendo alusión a lo mismo, pero teniendo significados diferentes.

La Real Academia de la Lengua los define de la siguiente forma: el profesor es la “Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte”, por su parte el catedrático es “Profesor que tiene la categoría más alta en enseñanza media o universitaria”, en esta definición hace una distinción, separando a aquellos que enseñan en el nivel básico de los que ejercen su cátedra en los niveles medio y superior. La definición más sencilla es la del docente, “que enseña”.

Todas ellas coinciden en una acción en particular, la de enseñar, la más meritoria de las profesiones, pues somos los que formamos a aquellos que tienen el privilegio de educarse. Hoy aplaudo a cada uno de ellos, independientemente del término adjudicado. Aquellos que, con entrega y entusiasmo, con paciencia y don de servicio, enseñan a los niños a tomar un lápiz y trazar sus primeras letras.

Aquellos que explican hasta diez veces el problema en el pizarrón, tratando de espantar los malos pensamientos y prejuicios sobre las temidas matemáticas, a los que descubren grandes artistas en sus clases de dibujo o grandes deportistas en la clase de educación física.

A los que nos llevaron al laboratorio a abrir una rana para estudiarla, o los que nos dictaron cien palabras para mejorar nuestra ortografía y hacernos comprender la importancia de la lectura. A los que nos enseñaron el mundo sin salir del aula, narrándonos los hechos trascendentales de la historia.

En la película la sociedad de los poetas muertos, el profesor de literatura les dijo a sus estudiantes que “enseñar es ver el mundo, el nuevo mundo. Ver a un estudiante como tú echar raíces, listo para florecer y florecer cualquier día”.

La más grande satisfacción que podemos tener es la de encontrarnos con aquellos que estuvieron en nuestros salones de clases y que aún nos reconozcan y saluden, que guarden un buen recuerdo de nuestras clases y digan al presentarnos, ella fue mi profesora de historia.

Al ver en retrospectiva, recuerdo a aquel docente que me enseñó a cuestionar, que me permitió conocer una perspectiva diferente de la vida y que influyó en mi decisión de ser historiadora, hoy le digo gracias.

Sé que no soy la docente permisiva, sino la que quiere que sus estudiantes cuestionen, analicen, reflexionen. Que no se conformen con escuchar, que se involucren en la clase y que comprendan el verdadero valor de cada clase que cursan, que no piensen solo en un título colgado en la pared sino en todo el conocimiento que pueden obtener si en lugar de pisar el acelerador se lo toman con calma.

Pero hoy son otras realidades, el mundo se mueve a una velocidad vertiginosa y los jóvenes no tienen tiempo de hacer pausa.

Paulo Freire al hablar de la importancia de la labor docente expresó “Mientras enseño continúo buscando, indagando. Enseño porque busco, porque indagué, porque indago y me indagó. Investigo para comprobar, comprobando intervengo, interviniendo educo y me educo”.

También expresó que “enseñar es saber escuchar”. En este nuevo siglo muchas cosas han cambiado, la tecnología ha revolucionado también las formas de enseñanza, pero sin duda, hasta hoy, nada es más valioso que la interacción maestro-alumno en un salón de clase.

*Docente universitaria.