El Estado debe ser: Regulador, ejecutor o indiferente

Por: Mario E. Fumero

Frente a las diversas teorías sobre la administración y el papel del Estado dentro de la libre empresa y libertades individuales surgen diversas teorías sobre la pregunta cómo debe de ser la política del Estado, ¿debe adoptar políticas neoliberal, liberal, socialista, o comunista? Frente a estas interrogantes debemos de analizar los pros y los contras de cada una de estas tendencias, y buscar un equilibrio entre todas ellas, para establecer un sistema de gobierno que, manteniendo el equilibrio, pueda realizar una labor de control y supervisión que evite que ningún sistema de ellos se aproveche de las libertades para abusar de los débiles, por lo cual, cada una de estas tendencias política tienen un lado positivo y otro negativo. Lo ideal sería combinar de cada una, las mejores opciones, eliminando aquellos aspectos que no sean correctos.

El Estado neoliberalismo o indiferente: Envuelve una tendencia política que anula al Estado para intervenir, dándole a la empresa privada un poder absoluto, a tal grado, que termina privatizando los servicios públicos, permitiéndole a los grandes monopolios manejar la economía a su antojo, y dejando al Estado desarmado para evitar los abusos, que muchas veces enriquece a una minoría, mientras se empobrece a una mayoría. Esta tendencia neoliberal desarrolla un liberalismo extremo, que promueve una libertad económica de libre mercado sin que el Estado pueda intervenir o regular nada. Lo triste es que termina privatizando las empresas del Estado, no permitiendo que el mismo establezca regulaciones, bajo la presunción del concepto de libre mercado, que muchas veces se vuelve un monopolio de unos cuantos que controlan la economía nacional.

El Estado ejecutor: Es aquel Estado que toma el control absoluto de todos los medios, anulando las libertades individuales y la libre empresa. Este sistema crea un Estado intervencionista, que no da cabida a ningún capital privado, bajo el supuesto de una explotación del hombre por el hombre. En estos regímenes existe un sistema impositivo y dictatorial, que prevalece en aquellos lugares en donde la ideología marxista predomina, convirtiéndose en enemigo del imperialismo, siendo el culpable del capitalismo. En este sistema el Estado se vuelve el empleador único. Bajo este esquema, el privilegio político inunda todos los aspectos de la sociedad, convirtiéndose en un Estado populista y proteccionista, donde se anula toda iniciativa privada, a menos que se someta a los dictámenes de un sistema de Estado totalitario.

El Estado regulador: ejerce un equilibrio entre los dos anteriores. No permite el predominio de los monopolios, ni el poder absoluto de la empresa privada sobre aquellos elementos básicos que garantizan la salud, la educación y el transporte. Se denomina un Estado socialista, ya que todas sus medidas son socializadas, y aunque permite la existencia de la empresa privada, regula la misma, para que no se vuelva abusiva y sobrepase los límites de la explotación. En este sistema político el Estado establece las pautas sobre todo aquello que sean servicios públicos, y regula la forma en que el capital debe operar, no permitiendo el control de los monopolios, y creando espacio para la libre competencia y las pequeñas empresas, evitando así que sean devoradas por el capitalismo brutal que procede del neoliberalismo.

Es un Estado que equilibra su control sobre el bien común y la libertad de mercado, poniendo límites en algunas áreas. En este sistema de gobierno, el Estado se toma la atribución de regular y controlar los servicios públicos, pero sin anular los derechos fundamentales, que, aunque estén en manos privadas, tienen que seguir ciertas pautas establecidas por el gobierno. Este sistema garantiza la salud y la educación a todos sus ciudadanos, y aunque da libertad a las empresas, no permite que una devore a otra, estableciendo regulaciones para darle a todos los mismos derechos, limitando la explotación extrema y demandando a la inversión privada, una distribución equitativa de la riqueza entre sus trabajadores.

En conclusión, es una combinación entre un Estado ejecutor y regulador, creando un equilibrio para establecer una justicia social, como la enseñada en las Sagradas Escrituras, cuando el apóstol Pablo afirmó “que la abundancia de unos, supla la escasez de otros, para que haya igualdad”. 2 Corintios 8:14.

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