Juan Ramón Martínez
Estoy de regreso, después de varios años, en Nueva York. “La babel de hierro”, “la capital del mundo”, “la ciudad donde nunca se duerme”; o la sede del “imperio brutal” según Martí, la tierna convivencia de los afectos, de García Lorca; o, la última residencia de Nelson Merrien. Entre todos los adjetivos, prefiero la ciudad de los sueños más fuertes de los hondureños que expulsa el subdesarrollo nacional. La ciudad de los sueños de los más pobres y aguerridos de nuestros compatriotas que, enfrentando los riesgos buscan aquí, la forma de reconquistar la esperanza. No vengo solo. Me acompañan Adán Elvir Flores, Rodrigo Wong Arévalo y su hijo Rodrigo Javier que es nuestro asesor, traductor y guía especial. Venimos a participar, en la sede de la Revista Forbes, en el lanzamiento del libro “World of Opportunity” de Yusuf Amdani.
En lo personal, siento curiosidad por encontrar las justificaciones del alcalde Adams, que ha emprendido una campaña odiosa en contra de los inmigrantes latinoamericanos. Veo con atención las calles limpias, buscando los excrementos, la ropa rota; o los zapatos abandonados en la huida de nuestros compatriotas; y, no veo nada. Recupero la cordura recordando que los políticos, son mentirosos; y que, los neoyorquinos York, son mucho más que los subdesarrollados, objeto de mi atención en Honduras. Entiendo el racismo de los estadounidenses y conozco el de los negros, como es el caso de Adams, duro, vengativo y absoluto. Cuando dos días después en el restaurante “Joyce” -en homenaje al autor de “El Ulises”- nos encontramos con tres hondureños que trabajan como meseros, me doy cuenta que los nuestros no van ensuciar la ciudad, sino que, con su trabajo a mantenerla viva y operando. Dos son de Choloma y una de Tegucigalpa. La bella chica, le avisa al gerente que viene a fotografiarse con Wong Arévalo; y, a celebrar la conducta de los compatriotas que trabajan con él. Buen momento para frenar las amarguras que nos inoculan los maléficos “pedagogos”.
La sede de Forbes, está en la Quinta Avenida. Llegamos puntuales y de corbata. Están reunidas unas cincuenta personas. Yusuf Amdani, atento y educado, celebra nuestra presencia; y, acepta que le entrevistemos. El acto es muy distendido. Lee un discurso con serenas pausas; y logra repetidos aplausos. Después, una hondureña, formada en el “Grupo Karim’s”, da un testimonio emocionante. Habla en un fluido inglés y con unas pausas dignas de una actriz de radionovelas cubanas. De la autoridad hondureña, solo veo a Tony García, vicecanciller, que nos dice que no podría perderse este importante acto. Le digo que contrasta su presencia con la conducta de Marlon Ochoa contra el Cohep; y esboza una sonrisa, sobriamente diplomática. Nos reímos en evidente complicidad. Y, en broma, le digo que me gustaría que estuviera Rixi Moncada y Fredy Cerrato. Para que la primera conociera los defectos del capitalismo; y, el segundo, el valor de la libra de pollo en Estados Unidos. No está el cónsul de Honduras en Nueva York y tampoco la representante en la ONU. Por la noche, Yusuf Amdani que tiene más de 13,000 compatriotas empleados, ofrece una cena familiar que, no atiendo porque me siento muy cansado. Caminar a pie no es lo mío, especialmente en los últimos años.
Y es que, hemos ido a conocer “La Torre de la Libertad” y a transitar el conjunto monumental con que se recuerda el ataque del 11 de septiembre de 2001. Los altos edificios, retando el cielo. El ave del español Calatrava retomando el vuelo; y en el centro, el espacio hondo y vacío donde estuvieron las Torres Gemelas, una fuente eterna fluyendo en un ruido monocorde y alrededor, una valla de menos de medio metro de altura, donde se leen los nombres de las víctimas. Y junto a nosotros, miles de tranquilos turistas, de todas las razas y de todas las procedencias, serenos, rindiendo con su presencia homenaje a las víctimas. Se toman fotos, sin prisa alguna; y, vuelven los ojos hacia el paisaje sobrio y solemne, mientras en una esquina, cuatro policías y una patrulla estacionada. Si fuera Honduras, tendríamos un batallón de figuras escrutadoras y con cara de pocos amigos. Aquí de repente, pienso, la vigilancia es electrónica. Además, las naciones fuertes, son sobrias, tranquilas; y, carecen de líderes folclóricos. Impresionante, para recordarlo siempre.