Rafael Delgado
El mes de la patria es para recordar sobre el pasado y reflexionar sobre el futuro. Por ello los acontecimientos que se conmemoran, la declaración de independencia y la muerte de Francisco Morazán, deben ser para los que toman decisiones en el país, tanto en lo político como en lo económico, un momento para una inmersión en ese capítulo de la historia del país con el objetivo de recordar lo que se dijo e hizo en aquellos complicados momentos. José Cecilio del Valle, que se convirtió en el alma de la Federación Centroamericana y de los cambios que se proponían en aquel entonces, es una fuente inagotable de acertadas observaciones, de justas demandas y de propuestas sostenidas con el debido estudio. La lectura de sus escritos debería ser tarea obligatoria para los líderes nacionales y locales que seguramente no han tenido tiempo, mucho menos interés para ello y así recordar en lo que se ha fallado y lo que es necesario hacer.
Hay abundante material que leer de ese entonces para así llegar a un mayor conocimiento, mayor pasión y compromiso con los objetivos nacionales. Todo ello cortado a la medida de la ejecutiva Xiomara Castro, del legislador Luis Redondo y de la jueza Rebeca Ráquel quienes presiden tres maltrechos poderes del Estado. Dentro de las ideas de aquel entonces también hay material para los políticos en el poder y en la oposición agrupados en Libre, PN, PL, PSH y para los grupos de presión liderados por el Cohep a los cuales se les olvida recurrentemente esos altos objetivos de defender solamente el interés nacional y para quienes en estos momentos solamente existen agendas particulares.
La educación en su sentido amplio es con seguridad el tema fundamental que los líderes de la independencia visualizaron como la llave para salir del atraso y la exclusión. La educación es la primera necesidad de estos pueblos decía y repetía José Cecilio de Valle. Insistió en la estrecha relación entre la educación para los trabajadores y el bienestar de un país. En un país educado abundarían los emprendimientos prósperos y los trabajadores mejor pagados. Advirtió además que en países donde la instrucción llegaba a la gran mayoría de la gente, los gobiernos corruptos y despóticos en sus acciones, no tenían expectativas de perdurar.
Fueron abundantes las indicaciones de nuestro prócer José Cecilio del Valle sobre el complejo proyecto que significaba la educación. La consideraba de esa naturaleza ya que no solamente se trataba de aumentar el presupuesto de educación; era necesario la creación de una propuesta educativa con contenido científico y de valores. Consistía en un proyecto nacional que debía llegar de manera diferenciada a cada sector social. Bajo el entendido que no hay empleo que no exija instrucción, incluía él la educación para los que gobiernan desde los tres poderes del Estado, cuestión que sabemos nunca se ha tomado con el debido rigor. Opinaba que gobernar, como diríamos popularmente, tiene ciencia. Aseguraba por lo tanto que los que dirigen a un pueblo deben aprender la ciencia de gobernar, de legislar y de juzgar para así ejercerla para los propósitos correctos, con resultados palpables que demuestren su vocación para lo que fueron electos y nombrados.
En su propuesta educativa estaba también educar a los educadores. Lo exigió para así seguir los pasos de las naciones europeas que empezaban el desarrollo de las escuelas normales. Enseñarles el arte de enseñar era la exigencia, cuestión que tímidamente hemos seguido en las siguientes décadas y en la cual hay una brecha importante que debe cerrarse para así poner frente a un alumno a un maestro con la mejor disposición y con la mejor capacidad para hacerlo. Más allá de eso, nuestro prócer pedía una educación diferenciada según las edades y según las características locales pasando también de la educación elemental a la educación especializada. Allí están esos temas que son necesarios que alguien con la seriedad y el conocimiento suficiente los emprenda en este país que sigue empobrecido ya que no hay educación de calidad para todos.