Óscar Lanza Rosales
Cuando comenzó el actual gobierno, yo tenía la esperanza -al igual que otros conciudadanos- de un buen desempeño de algunos miembros del gabinete, sobre todo de Edmundo Orellana, conociendo su trayectoria de buen suceso como el primer Fiscal General de la República (1994-1999), y dirigiendo tres ministerios en el gobierno de José Manuel Zelaya Rosales (2006-2009). Y ahora en el actual gobierno, como ministro de Transparencia y Combate a la Corrupción.
Esperábamos que don Edmundo Orellana iba a ser un funcionario clave en el gobierno de doña Xiomara, porque se le miraba muy entusiasmado en su cargo. En una entrevista para El Libertador, señalaba que “pretendían que el gobierno fuera más cercano al pueblo y consideraba que la lucha contra la corrupción y la impunidad, era el proyecto más importante que había prometido la Presidenta en su campaña electoral” y que sus “prioridades inmediatas en tal sentido, eran la transparencia, la rendición de cuentas, la modernización y control interno de los procesos de la administración pública, para crear un ambiente de certidumbre en el manejo correcto del dinero público y las decisiones fueran apegadas a la ley”.
Su gran sueño era que, para que hubiera justicia, se nombraran profesionales, en el vértice del Poder Judicial y del Ministerio Público, sin compromisos con los líderes políticos y los titulares de los demás poderes del Estado.
Prometía poner todo su empeño para que las metas y objetivos en la lucha contra la corrupción y la impunidad fueran alcanzadas, y lograr que se instalara la Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad (CICIH).
Pero ya en el ejercicio del poder, las cosas no son color de rosa como las pintaba doña Xiomara en su campaña electoral. El primer tropezón de Orellana fue la promulgación del Decreto de Amnistía por parte del Congreso Nacional en febrero de 2022. Orellana no vaciló en calificar públicamente ese decreto como un “pacto de impunidad”.
Y el otro momento en que Orellana se puso en contra del gobierno fue cuando Gabriela Castellanos, directora del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), denunció amenazas a su integridad física, después que este organismo publicó un informe el pasado 18 de junio sobre concentración de poder y nepotismo en los gobiernos del expresidente Juan Orlando Hernández y el actual gobierno de Xiomara Castro.
Este informe no le gustó al gobierno -al que calificaron de conspiración por parte de la oligarquía para desestabilizarlo- y la licenciada Castellanos tuvo ataques y amenazas a través de las redes sociales, contra ella y su familia.
Orellana, en su cuenta de Twitter, se solidarizó con ella, renunciando días después a su cargo, para reintegrarse al Parlamento Centroamericano (Parlacen), del que era diputado, previo a aceptar su cargo en la Secretaría de Transparencia.
Sin lugar a dudas, Orellana realizó sus mayores esfuerzos para que se eligiera una buena Corte Suprema de Justicia; se enredó en los conflictos que tiene Libre y los nacionalistas, en la elección del Fiscal General y Adjunto, y en suplir la vacante del magistrado que hace falta por parte de Libre en el Tribunal Superior de Cuentas; y no fue contundente para evitar el nepotismo de los Zelaya Castro en el gobierno.
Lo mismo que le pasó en este gobierno, le sucedió en 2006-2009, cuando colaboró con el gobierno de Manuel Zelaya. Orellana expresó públicamente su desacuerdo con los insultos de Hugo Chávez, a los hondureños y estadounidenses, cuando nos visitó en agosto de 2008.
Y el 24 de junio de 2009 -cuatro días antes del golpe- renunció, por estar en desacuerdo con la decisión del presidente Zelaya de continuar con la realización de la cuarta urna el 28 de junio, contraviniendo una decisión judicial de suspenderla. También estuvo en desacuerdo con Zelaya de involucrar a los militares en la encuesta.
Él ha declarado que se fue del actual gobierno por motivos personales, pero los analistas intuimos que a él con los Zelaya los une una gran amistad, y ante las desavenencias por las malas decisiones de aquellos, él no desea polemizar públicamente con ellos. No lo hizo en el 2009 y tampoco en la actualidad.
Pareciera que tiene intenciones de lanzarse como candidato presidencial por el Partido Liberal para el próximo período, pero esa reincorporación al Parlacen no contribuye a su prestigio. Esa institución es inoperante. Es un elefante blanco.
En lo personal creo que Orellana, es un profesional valioso para la sociedad hondureña, y muchos hondureños no vacilaríamos en darle nuestro apoyo como candidato a la presidencia. ¡Pero por favor sálgase de ese Parlacen!