Por: José Rolando Sarmiento Rosales
Existen suficientes razones para que los hondureños y especialmente los jóvenes estén decepcionados con los manejos torcidos de los políticos, que con sus acciones repudiables ensucian la imagen de la política y muy especialmente de los partidos tradicionales, hablamos del Liberal y el Nacional, aunque los nuevos que emergieron en los años 70, el PINU y la Democracia Cristiana, teniendo una pequeña participación electoral, con diputados en el Congreso y municipalidades, algunos de sus destacados dirigentes incorporados a los gabinetes de gobierno o a representaciones diplomáticas, pero en realidad cada cuatrienio en vez de subir los sufragios en las urnas, más bien han bajado su representación en el Poder Legislativo, y los de más nuevo cuño, como Unificación Democrática y el Anticorrupción (PAC), se han estancado en el logro de mayor cantidad de sufragios, calificados de “partidos bisagra”, surgiendo como partido de gobierno Libre, gracias a una alianza con el PSH de Salvador Nasralla y el PINU, además miles de votos liberales y nacionalistas descontentos, para ganarle al Partido Nacional aprovechando el argot cultivado del “Fuera JOH”, que les permitió un millón 700 mil sufragios, pero que en los casi ya dos años de gobierno, aparece muy desfavorecido en Encuestas de Opinión Publica.
Equivocados diríamos, faltos de visión y tacto político, los dirigentes y voceros de la denominada resistencia convertida en el partido Libre, en su varias campañas en que participaron, y aún hoy como partido de gobierno, siguen hablando del fracaso del bipartidismo en Honduras, y aun denostando a la membresía liberal y nacionalista como cómplices de los errores cometidos en sus administraciones, culpándolos de corrupción y responsables de la pobreza sempiterna que vive el pueblo hondureño, y en el caso de los denominados cachurecos de ser una narcodictadura, de tener a su expresidente en celdas de Nueva York acusado de narcotráfico, una generalización de las diversas acusaciones que ofende a millones de honestos ciudadanos liberales o nacionalistas que nunca ha participado en cargos gubernamentales y diputaciones, o que si lo han hecho, las auditorias de los organismos competentes de control les han entregado sus finiquitos de solvencia, o lo harán en el momento oportuno, y sería hasta entonces que se pueda poner en duda su honorabilidad, o se demuestre sus manos limpias de corrupción y enriquecimiento ilícito, en tanto constitucionalmente y mientras no se demuestre lo contrario en tribunales de justicia competente, son inocentes.
Crear una imagen de corrupción generalizada de los políticos en los gobiernos y proclamar que en los más de cien años de liberales y nacionalistas en el poder no han hecho nada, es desinformar, porque todo lo que tenemos de progreso en Honduras, sus carreteras, sus aeropuertos, sus puertos marítimos, escuelas, colegios, institutos técnicos, escuelas agrícolas, universidades, escuelas militares, de aviación y policiales, sus hospitales y miles de centros de salud urbana y rural, servicios de agua potable, alcantarillados sanitarios y pluviales, sistemas de irrigación, de energía eléctrica, telefonía y telecomunicaciones y satelitales, instituciones financieras como el Banco Central, Banadesa, Banhprovi, e instituciones desconcentradas y autónomas, con 298 municipalidades subsidiadas por el Estado por Decreto Legislativo, son una muestra irrefutable de gobiernos y gobernantes responsables del progreso del país, sea civiles y hasta militares. Si acaso cometieron delitos, errores u omisiones que dañan a la nación, el gobierno de turno simplemente debe cumplir sus promesas enjuiciando a los responsables y corregirlos, encaminando planes, programas, proyectos, obras y legislación que impulse el crecimiento, la modernización y la transformación de Honduras en un país con una fuerte economía, con gobernabilidad, seguridad jurídica y ciudadana, alternabilidad en el gobierno, pero por sobre todo bajando índices de pobreza, respeto a los derechos humanos, sistematizando educación y salud generalizada para todos los hondureños.
Veamos nuestra preocupación por la democracia de Honduras y el mundo: “Según una encuesta de Open Society Foundations, que leemos en Euronews, el concepto de democracia sigue siendo ampliamente popular en todas las regiones del mundo: el 86% de los encuestados afirma preferir vivir en un Estado democrático y el 62% cree que la democracia es la mejor forma de gobierno posible. Además, solo el 20% de los encuestados jóvenes cree que los estados autoritarios son más capaces de satisfacer las demandas de los ciudadanos y más eficaces a la hora de abordar los grandes problemas nacionales e internacionales. Esta desafección por la democracia se deriva, pues, de un desajuste general y continuo entre lo que los ciudadanos exigen y lo que la clase política les ofrece. Por término medio, alrededor de un tercio de los encuestados no confía en que los políticos trabajen en su interés y aborden las cuestiones que les preocupan. Principalmente la pobreza, la desigualdad y los derechos humanos, el cambio climático y la corrupción”.