Placebos: mal de una elite política hipocondríaca

Por: German Edgardo Leitzelar Hernández*

En nuestra compleja y dañina forma de ver y ejercer la política, es muy común encontrarnos con escenarios en los que el pueblo, “dueño” del poder, se convierte en receptor de solo placebos, mientras elites políticas hipocondríacas dirigen el espectáculo. En esta metáfora, el placebo es esa promesa vacía, ilusión de cambio y progreso que oculta la falta de voluntad real para abordar los problemas de manera real y efectiva.

La clase política, actúa cual paciente hipocondríaco, preocupado por su propia imagen y apariencia y reacia a tomar medidas que verdaderamente favorezcan al pueblo. Discursos vacíos y promesas como espejismos y señuelos que no producen cambios reales, píldoras de azúcar que nos hacen sentir una muy breve dulzura que a la larga daña silenciosamente, destruyendo cada vez más esta pobre nación merecedora de mejores administradores.

No abordar los problemas que enfrentamos dejando de lado panfletos vacíos, nos mantendrá eternamente presos de esa retórica política que no es más que humo y espejos que mantienen a la sociedad apaciguada, con una presión que aumenta con cada nuevo engaño, ese en donde las elites políticas solo se preocupan por cómo se ven y cómo sus acciones pueden afectar sus carreras políticas y su forma de vivir de ellas. Por ello es vital que los ciudadanos exijamos tratamiento verdadero para los problemas que enfrentamos.

Necesitamos políticas, acciones concretas y no retórica vacía. Mientras nuestros “líderes” políticos no tomen las decisiones por difíciles que sean, y no asuman responsabilidades ante los desafíos que nos afectan, en lugar de simplemente satisfacer intereses propios y político a corto plazo no veremos un futuro mejor. El pueblo hondureño anhela una vida en democracia con igualdad de oportunidades, respeto a las libertades, y deducción de responsabilidades a quienes violen la ley, pero en ese basto escenario de enfermo, los síntomas de forma simplificada son que:

Vivimos con polarización apoyada por intereses mezquinos de unos pocos, la peor distribución de ingreso y riqueza, desconfianza entre sindicatos, gobierno y sector empresarial; abusos y grandes diferencias entre pobladores, entre lo urbano y lo rural, los valles y costas, fronteras; en derechos y nuestro acceso a ellos, entre grupos sociales, hombres y mujeres, y toda esta polarización y sus causas generan resentimiento, envidia, división e indignación, todas justificadas por cierto.

Información que, verdadera o falsa, objetiva o sesgada, manipuladora u oficial al igual que la creada con fines aviesos por cualquiera, circula con total libertad en las redes sociales mientras es difundida como realidad sin hacer diferencia entre lo que dicen los medios formales y lo que llega de miles de fuentes, sin sustento u objetividad. Percepción generalizada de abusos favoreciendo a unos cuantos en perjuicio de mayorías y, como esto tiene mucho de verdad, se convierte en caldo de cultivo para populismo o “revolución” sin que incluso esto sea real.

Los partidos políticos dejaron de ser fuente ideológica coherente o visión de país y unidad pues son solo oportunistas electorales. Algunos tratan de llenar vacíos, pero otros simplemente aprovechan el caos para hacerse espacios en la política nacional. Violencia y corrupción sin precedentes, sicariato, narcotráfico, extorsión a pobladores en comunidades de todo el país como clara muestra de los niveles de corrupción que hemos alcanzado. Discursos desde los gobernantes que son complicados en concepto, tono y estilo, provocativos, polarizantes y para dividir; dejándonos desprotegidos ante los abusos de elites y en permanente incertidumbre ante la realidad del país. Aunque es claro que hay mucho que corregir, aprendamos de la experiencia de otros y enfoquémonos en resolver los problemas, pero sin dejar de lado la esencia de nuestros valores de paz y democracia.

¿Continuaremos aceptando placebos o buscaremos tratamientos reales? La sociedad debe ejercer su poder como agente del cambio, aprendiendo a votar de manera informada e involucrarse activamente en la política y toma de decisiones, ejerciendo presión para que los líderes rindan cuentas y promuevan transparencia gubernamental. La sociedad tiene el poder de impulsar el desarrollo social y convertirse en la prioridad número uno de la política. Solo entonces podremos superar la era de los placebos políticos y avanzar hacia un futuro en el que el desarrollo social sea una realidad, no una ilusión.

Los ciudadanos debemos asumir nuestro rol y convertirnos en el verdadero médico que diagnostique y trate esa enfermedad de la que padece la política hipocondríaca que nos hunde. El poder de exigir a nuestros líderes que dejen de administrarnos placebos y que en su lugar tomen medidas reales para abordar los problemas que enfrentamos, solo a través de un compromiso ciudadano activo y una demanda de responsabilidad podremos en algún momento lograr que realmente se le cumpla al pueblo que aún espera respuestas, estamos a la expectativa de que estas personas sirvan a la sociedad en lugar de a grupos y clases en particular. Aunque nuestra democracia sea débil debemos defender y mejorar porque, desafortunadamente cualquier cosa podría pasar.

“La elección es nuestra: civismo y unidad para crecer”.

*Abogado laboralista independiente