Los ojos del banquero

Don Roberto C. Ordóñez, recordado e influyente columnista de LA TRIBUNA que falleció hace siete años, le había dedicado un artículo al licenciado Jorge Bueso Arias, quien a sus 104 años entregó su alma al Divino Creador, el pasado lunes, en esta capital. Por su interés y en memoria de ambos, lo reproducimos a continuación:

Cuentan que en una ocasión se presentó a un banco un hombre en busca de un préstamo y fue atendido por el gerente, que lo recibió en una oficina privada. El solicitante expuso al banquero su deseo, detallándole además las garantías que ofrecía; las cuentas compensatorias que tenía con el mismo banco; las referencias comerciales que portaba; los estados financieros de su negocio y la forma en que deseaba amortizar el préstamo.

Después de revisar todo minuciosamente y encontrarlo de conformidad, el banquero, que tenía un ojo de vidrio, puso como condición a su futuro cliente para otorgarle el crédito que adivinara cuál de sus dos ojos era el natural y cuál era el de vidrio.

El cliente, después de ver de frente la mirada impasible del banquero le dijo que el postizo era el ojo izquierdo, lo cual sorprendió al prestamista, pues el implante le había sido hecho y colocado en la mejor clínica del mundo y ni sus parientes podían apreciar la diferencia entre los dos ojos. Curioso, el banquero preguntó a su cliente cómo había hecho para notar la diferencia, a lo que el prestatario respondió que le había sido fácil pues en la mirada del ojo izquierdo, el de vidrio, se reflejaban sentimientos humanos, mientras que el ojo natural era frío como el hielo y calculador como su dueño.

Pero los ojos del BANQUERO DE GENERACIONES, como ha designado este año el Capítulo Nor-Occidental de la Asociación de Instituciones Bancarias al licenciado Jorge Bueso Arias, no se parecen en nada a los del banquero del cuento, pues reflejan energía, calor de tierra adentro, inteligencia, comprensión, y sobre todo un entrañable amor a Honduras.

Posiblemente nunca tal distinción haya recaído en un hondureño que la merezca tanto como don Jorge, que se inició en el mundo financiero a principios de la década de los años 40, de una manera modesta, ya que su primer empleo fue como cajero de una compañía de seguros, que a su vez prestaba el servicio de cuentas de ahorro.

De ahí para acá, han ocurrido muchas cosas en la vida de don Jorge, por cuyas venas corre sangre de banqueros, pues en compañía de su padre, el inolvidable y siempre sonriente don Melo y de otros miembros de su familia, fundó en Santa Rosa de Copán el Banco de Occidente, primero como un banco local pero que hoy es uno de los más grandes y prósperos de Honduras, cubriendo con sus servicios la totalidad del territorio nacional.

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que don Jorge es el único banquero hondureño de su categoría que no se encierra bajo siete llaves o dentro de paredes de acero y concreto. La puerta de su oficina siempre está abierta, así como su mente y su franca sonrisa para acoger y apoyar los proyectos y planes que se le presentan.

Conocedor como ninguno del agro hondureño, don Jorge ha hecho de su banco el banco privado que más financia a los agricultores, a los ganaderos y a otros empresarios que explotan la tierra, sean estos pequeños agricultores que cultivan un huerto familiar; medianos que venden un poco de su producto y grandes con orientación total hacia el mercado, aun sabiendo que los agrarios son los préstamos más riesgosos. Don Jorge apoya a los que lo necesitan, no solo a los que pueden pagar.

Con la misma liberalidad y confianza, don Jorge financia también a los industriales, especialmente a los nuevos que requieren inversiones de riesgo, sin faltar la participación de su Banco de Occidente en los parques industriales donde funcionan maquilas.

Las inquietudes de este hondureño ejemplar lo llevaron también a incursionar en la política, habiendo sido candidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberal. Por una serie de zancadillas propias de nuestra política criolla don Jorge no ganó los comicios, perdiendo Honduras la oportunidad de tener un gran presidente. Nuestra patria sería distinta si don Jorge hubiera ganado aquellas elecciones de 1971.

Don Jorge siempre está atento a participar en el debate de los asuntos nacionales, aportando ideas y presentando soluciones a los problemas de interés colectivo. Ya es familiar su voz desde Santa Rosa de Copán para intervenir en los programas radiales de la mañana y sus opiniones son siempre respetadas, no solo por la buena intención que conllevan sino también por la sinceridad y lo acertado de las mismas.

A pesar de ser un hombre que nació rico, dentro de los parámetros nacionales de esta condición, conoce los problemas de los pobres porque ha convivido con ellos.

Igual se toma una taza de café que come una tortilla enrollada con frijoles en la casa de un campesino. Todos los días camina desde Santa Rosa a una pequeña hacienda cercana, donde produce leche, siembra árboles y protege especies en peligro.

Ese es mi viejo amigo y compañero de cacería y de pesca don Jorge Bueso Arias y esta es la sencilla semblanza de un gran hondureño. Del banquero amplio y sonriente que nos mira siempre con ojos humanos y cálidos, como la mirada de los niños. A las muchas felicitaciones que habrá recibido, don Jorge, agregue estas, que igual que usted, son sinceras y desinteresadas.