Gustavo Raudales (*)
Cuando reflexiono sobre las décadas pasadas de la historia de Honduras, veo una luz brillante en la figura de Yusuf Amdani. Sin miedo a aterrizar en un país sumido en la pobreza y el crimen, Yusuf Amdani estableció una planta de confección en las afueras de San Pedro Sula en la década de 1990. En ese momento, pocos inversionistas se aventuraban en América Central. Menos aún se quedaban durante un tiempo medible.
Excepto Yusuf Amdani. En lugar de alejarse o regresar a su país de origen, Pakistán, Yusuf se estableció en Honduras. Durante los años que siguieron, continuó con las operaciones comerciales y se expandió a nuevas áreas. Hizo amigos que llegaron a ser como partes de su familia, acogiéndolo con gusto en sus hogares los fines de semana y días festivos. Ofreció empleo a trabajadores que tenían poca o ninguna educación, y cero experiencias, con un salario estable. Se esforzó por mejorar las condiciones de la comunidad, dándoles a los niños la oportunidad de estudiar inglés en instituciones de alta calidad, priorizando la atención médica, integrando a las operaciones industriales prácticas sostenibles, pintando un panorama económico y social más brillante para la sociedad.
A las personas que tocaron su vida, Yusuf Amdani les presentó oportunidades. Les mostró una forma de aprender y crecer. Marcó un ejemplo de integridad y altos estándares éticos, junto con una visión y un compromiso de crear un lugar mejor.
Ahora, al mirar a la Republica de Honduras, veo que miles de trabajadores han mejorado sus vidas, gracias a Yusuf. Las comunidades han florecido y se han desarrollado. La sociedad hondureña ha cambiado: en lugar de verse afectada por su pasado, su gente se beneficia de la oportunidad de ganar mejores ingresos, invertir en su futuro y, a su vez, ayudar a otros. Los niveles de migración han disminuido, las tasas de delincuencia han bajado a medida que los ingresos aumentan; y la pobreza ha desaparecido de los hogares de los trabajadores que reciben salarios justos.
Sin duda, nuestro pasado alberga otras muchas figuras que compartieron la visión de Yusuf. José Cecilio del Valle, un político, filósofo y abogado hondureño, reconoció que las oportunidades de aprendizaje podían tener un impacto positivo. Él afirmó: «La educación es la primera necesidad del país». El poeta hondureño Roberto Sosa escribió: «Los pobres son muchos y, por lo tanto, imposibles de olvidar». Froylán Turcios, un escritor hondureño, afirmó: «Nunca olvidaré que mi primer deber, siempre, es defender el honor de mi país, la integridad de su territorio y su dignidad como nación independiente».
Yusuf Amdani ha sido un ejemplo todo esto y en mucho más. Al convertirse en hondureño naturalizado, ha demostrado cuánto ha creído en el país y su gente, incluso en momentos en que otros dudaban. Como resultado de sus esfuerzos, Honduras ha desarrollado y mejorado la posibilidad de competir a nivel internacional. Sus prácticas pueden aplicarse a otros países también. Para Yusuf Amdani, comienza y termina de la misma manera: con un corazón dedicado a las personas y una mano para ayudarlas. (Traducción de J.E. Martínez)
(*) CEO, Bienes Raíces, GK, San Pedro Sula, Honduras.