Política castromelista y la maldad en su política

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

En general en Honduras, desde tiempos pretéritos hasta el presente la política se observa conflictiva. Por siglos, se puede demostrar objetivamente la existencia del conflicto. Tanto los filósofos, los cientistas políticos y los sociólogos hondureños, consideramos el conflicto como la base de la evolución del Estado. Precisamente, en este siglo XXI, estamos viviendo el conflicto de la transición al Estado socialista, a la sociedad socialista y a la democracia participativa, pero bajo condiciones de una imposición unilateral autoritaria, basada en la corrupción, el abuso de poder y el dogmatismo político arbitrario.

El gobierno castromelista que preside la Presidente Xiomara Castro, apoyada por el Partido Libre y el Frente Nacional de Resistencia Popular, inducen a la maldad política con la finalidad de conducir a los hondureños hacia la eliminación del Estado liberal y a la instauración de la dictadura de partido, claramente excluyente que, a la larga, propicie una confrontación civil de consecuencias inimaginables. La idea de construir el Estado socialista, siguiendo un método de conducción política caprichoso y antidemocrático, nos deja claro que la Presidente Xiomara Castro y el Partido Libre, buscan el cambio del Estado liberal unilateralmente, para implantar una división de responsabilidades y poderes, tal como ellos, lo necesitan para favorecer sus propios intereses, haciendo caso omiso a las fuerzas políticas de la derecha, que son numéricamente mayoritarias, y necesarias para lograr una racionalidad apropiada al proceso de cambio, que favorezca a la sociedad en su conjunto.

La maldad del castromelismo y de la fracción marxista de Libre, se evidencia no solamente al destilar venganza y el odio irracional entre los hondureños, pero también, al imponer un patrón de conducción y manejo político del Estado, de manera abusiva, corrupta y desvergonzada moralmente, que evita la transición consensuada, porque quieren sostenerse en el poder del Estado, siguiendo sus propios intereses particulares, mintiéndole al mundo y a la sociedad nacional, al enmascarar la mentira, el fraude político y la incapacidad en que viven, sin importarles realmente, la transición a una sociedad justa y con una democracia efectiva.

El problema surge porque el conflicto político ha excedido la razón y ha caído en el plano irracional. Al proponerse una sociedad socialista democrática moderna, excluyendo a una parte crucial y objetivamente necesaria para poder lograr el consenso; los marxistas de Libre conjuntamente con los allegados a la familia castromelista, se colocan en una posición política dogmática intransigente y claramente tirana e injusta. Lo que se supone era una solución, se ha convertido en el problema no solo de Honduras, sino de América Latina. Hoy nos estamos enfrentando a un proceso de independencia del poder neocolonialista socialista que, un bloque de países latinoamericanos en alianza con los partidos de la izquierda europea, nos quieren imponer sin control ni límites.

La política hondureña es conflicto, obviamente. Y preocupa porque el gobierno que es controlado por la familia castromelista conjuntamente con una cúpula del Partido Libre, exceden los límites de la razón y han empezado a correr por un camino que los ubica “más cerca de Las brujas de Salem, de Arthur Miller que del Contrato Social de Rousseau”. Los que nos están gobernando, han creado un conflicto que no nos conduce al debate de argumentos, sino a un círculo vicioso de discusiones de lo que es bueno y lo que es malo.

En Honduras, hemos caído en el “terreno metafísico, intangible, más cerca del dogma que el de la razón. En consecuencia, las protestas y la lucha política se han convertido en una cuestión de fe. En un dogma. O es el bien o es el mal. Depende del lado político en el que nos ubiquemos para definirlo.

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