Apuntes y deducciones en ocasión del 3 de octubre

Por: Óscar Armando Valladares

A dieciocho días de cumplir 50 años, murió en Costa Rica -víctima de balas reaccionarias- el patricio Francisco Morazán. Nacido en Tegucigalpa el 3 de octubre de 1792, y María Josefa Lastiri el 20 del mismo mes, adicionó a su innata capacidad el estudio progresivo de obras de autores ilustrados -Rousseau, Diderot, Voltaire, Montesquieu-, en la biblioteca de Dionisio de Herrera, mayor que él 11 años. Recaída en Herrera la jefatura del Estado en 1824, su gobierno confió a Morazán el cargo de Secretario General, en el ámbito del sistema federal, copiado maquinalmente de Estados Unidos y que imperaba en Centroamérica con un presidente en Guatemala y jefes de Estado en las cinco parcelas.

Más que al interés de los pueblos, el sistema favorecía a terratenientes, políticos conservadores, sectores católicos afines a España y cerraba la vista ante la injerencia del imperio inglés.

Pertenecientes al ala progresista de la ideología liberal, Herrera y Morazán empezaron a resentir y luego a desafiar la intromisión -en los asuntos internos- del presidente Manuel José Arce, salvadoreño independentista, pero que al asumir la autoridad federativa hizo a un lado los principios, y como puntualiza el historiador chapín Rafael Montúfar, “quería tener al frente de cada uno de los estados a personas que le obedecieran ciegamente”, por lo cual “alegando fútiles pretextos envió a Honduras una fuerza al mando del coronel José Justo Milla, quien en abril de 1827 sitió la ciudad de Comayagua, la saqueó e incendió”. El jefe hondureño fue conducido preso a Guatemala; marchó Morazán en busca de refuerzos y, al cabo de muchas peripecias, pudo formar una columna con que venció a Milla en La Trinidad el 11 de noviembre de dicho año.

Pero, ¿quién era José Justo Milla? De mentalidad retrógrada, logró ser vice-jefe de Estado en el gobierno de Herrera; al no compaginar, renunció avinagrado y, por órdenes de Arce, tomó Comayagua al frente del batallón federal No. 2. Oriundo de Gracias (Lempira), había abrazado la carrera militar en Guatemala. Al producirse la revolución morazanista, salió desterrado el 13 de abril de 1829 con destino a México, donde falleció.

La semejanza entre la disparidad de Herrera y Milla y el conflictivo desacuerdo entre Xiomara y Salvador, no pueden menos que venir al pelo. Bajo un acuerdo complicado, la dama obtuvo y asumió -en hito histórico-la presidencia del país y el personaje de la tele el cargo de designado (no de vicepresidente, como su ego le hizo creer). El pacto periclitó, y aunque Nasralla -a diferencia de Milla- sigue aferrado al empleo, sienta plaza vocinglera y arma un bloque deleznable contra la “Jefa de Estado”. No otra cosa tenía que acontecer entre el admirador de Pinochet y la simpatizante de Morazán.

Nítido en su pensamiento y rectitud, el combatiente heroico diferenció lo que es la patria para el honrado y lo que ella significa para el malviviente; para aquellos que la aman y defienden sin componendas y para quienes la infaman y vulneran sin sonrojos.

“Más extranjeros sois por vuestros propios hechos en el pueblo que os vio nacer, que nosotros en Méjico, Perú y la Nueva Granada”, enrostraba a sus enemigos. “En vuestra patria cometías culpas que se olvidaban por unas cuantas monedas, y a nosotros se nos exponía a la vergüenza pública”. “En vuestra patria perpetrabas los más atroces delitos, a los que se les daba el nombre de debilidades (hoy se dicen errores) para dejarlos sin castigo, y nosotros sufríamos la nota de infames hasta nuestra quinta generación”. “En vuestra patria tenías la gloria de apellidaros opresores del pueblo, y gemíamos nosotros bajo la opresión”. “Y para que nada faltase a vuestra dicha y a nuestra desgracia -así en la tierra como en el cielo-, ¡hasta los santos sacabais de vuestras propias familias!, y los malvados, a vuestro juicio, solo se encontraban en las nuestras”. Así hablaba Morazán, cuyo natalicio evocamos este 3 de octubre, a 231 años de haber acontecido y a doce meses en espera de la Cátedra que ordenó la Presidenta.

[email protected]