Por: Rodolfo Dumas Castillo
Al momento de publicarse este artículo, gran parte de la actividad productiva y prácticamente todas las operaciones estatales en Honduras estarán suspendidas durante una semana completa debido al Feriado Morazánico. Esta modalidad fue aprobada hace varios años con la premisa de “fomentar el turismo interno” y ha sido respaldada anualmente por extensas campañas publicitarias que resaltan la supuesta “derrama económica” para el sector turístico nacional. Sin embargo, sorprendentemente, se omite mencionar el efecto contractivo que este extenso descanso tiene en el resto de la economía.
Además, debido a su orientación exclusivamente turística, la población olvida la verdadera motivación de este feriado. El Día del Soldado, el Día de la Raza o el Día de las Fuerzas Armadas poseen un significativo trasfondo histórico y cultural que merece ser recordado y respetado. Lamentablemente, de estas fechas, lo único que persiste como un sutil recordatorio es el nombre del feriado. Por supuesto, este fenómeno de olvido no se limita únicamente a esas tres fechas, sino que también afecta a otras celebraciones.
Es lógico que la idea de una semana libre despierte alegría y anticipación en la población. ¿Quién no disfruta tiempo adicional con la familia, para explorar los destinos turísticos del país o simplemente descansar del trajín cotidiano? Los hoteles, balnearios, restaurantes y otros negocios en áreas turísticas también se benefician del aumento de visitantes, generando ingresos y promoviendo el desarrollo regional. Sin embargo, al mismo tiempo, se vislumbra claramente la sombra de la inactividad económica.
Una semana sin actividad laboral implica detener la producción, los servicios, las industrias, los trámites con el Estado e incluso la administración de justicia. Esto genera costos adicionales para quienes, ante una realidad económica asfixiante, no se pueden dar el lujo de vacacionar, aumentando los gastos, situación particularmente sensible para las micro, pequeñas y medianas empresas.
Además, la prolongada pausa coloca a Honduras en desventaja en la arena global. Mientras estamos inmersos en la celebración y el jolgorio playero, el resto del mundo sigue trabajando y avanzando a todo vapor. Las transacciones internacionales, la colaboración comercial y la dinámica global no toman vacaciones de una semana. La productividad mundial no se detiene simplemente para favorecer a un sector específico.
No estamos en contra de fomentar el turismo en nuestro país; al contrario, creemos que este sector nunca ha recibido el respaldo y la atención que merece. Desde mejorar la infraestructura para acceder a nuestros destinos más preciosos, hasta la insuficiente inversión del Estado en el mercadeo del país, nos encontramos rezagados en comparación con países vecinos o de condiciones similares. Hemos abordado extensamente este tema en otras ocasiones, señalando la necesidad de un enfoque más proactivo para desarrollar la industria turística hondureña cuyo potencial de crecimiento es inmenso.
Lo pertinente sería explorar mecanismos para respaldar nuestra industria turística sin paralizar todas las demás actividades productivas, ya que esta dinámica genera una inoportuna disminución en la productividad y una nociva distorsión en nuestra economía. Ya de por sí las cosas aquí avanzan a paso de tortuga como para venir a añadir más obstáculos, pretextos o justificaciones para retrasar las resoluciones, el progreso y la producción.
El feriadón también implica la suspensión de buena parte de la actividad educativa, debilitando un sistema que fue afectado terriblemente por la pandemia y que aún no logra recuperarse de esa catástrofe. Para nuestra juventud, que ya se encuentra en clara desventaja en la región, perder una semana completa de estudios es desastroso.
Honduras enfrenta el desafío de encontrar un equilibrio que celebre las tradiciones y promueva la unidad familiar, sin descuidar el desarrollo económico. La clave podría radicar en la innovación, implementando alternativas que permitan momentos de descanso sin detener completamente la maquinaria productiva y la educación del país. Esas opciones deben encontrarse y aplicarse con urgencia.
En última instancia, el feriadón nos recuerda que cada decisión que afecta nuestra rutina diaria tiene repercusiones más allá de lo personal. Encontrar el equilibrio adecuado entre la celebración y la responsabilidad económica será esencial para construir un futuro sostenible y próspero para todos los hondureños.
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