¿PARA LUEGO ES TARDE?

VARIAS reacciones del colectivo a la inquietud de cierre del editorial de ayer: (Y te hiciste el papo –interviene Winston– con la pregunta que te hice: ¿Qué harías si de repente te das cuenta que solo tenés días o minutos de tiempo?). “Yo leyendo el editorial –escribe la mamá de la vivaz chiquitina– y pregunta mi hija, -¿qué te pasa?”. -“Preguntan ¿qué haría si solo tuviera unos minutos de vida?”. Ella responde: -“Eso es fácil, le digo a Dios que me reciba y los abrazo a ustedes dos muy, muy, muy fuerte…”. -“Y le digo, para luego es tarde, vení te abrazo”. Una abogada amiga: “Como contribución a sus diálogos recomiendo leer a Ernesto Sábato”. “El autor nos pone en guardia contra los peligros que aquejan nuestra cultura, ahora en la más grave encrucijada de su historia”. “La Resistencia”, se compone de cinco cartas que Sábato dirige a sus lectores frente a los retos de la sociedad ante la llegada del siglo XXI”. “En ellas, ofrece un acertadísimo análisis de nuestra realidad, de plena vigencia en la actualidad, y aboga por recuperar una serie de valores que nos ayuden a salir de la actual crisis”.

Otro amigo, dice que siglos atrás Séneca dio la respuesta a la pregunta de cierre, y adjunta el audiolibro: “De la Brevedad de la Vida”. Un padre se despide de su hijo –mensaje de otro amigo fundador del colectivo– con la canción de Violeta Parra: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto/ Me dio dos luceros, que cuando los abro,/ perfecto distingo lo negro del blanco,/ y en el alto cielo, su fondo estrellado,/ y en las multitudes, el hombre que yo amo./ Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me ha dado el oído que en todo su ancho/ Graba noche y día grillos y canarios/ Martillos, turbinas, ladridos, chubascos/ Y la voz tan tierna de mi bien amado/ Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me ha dado el sonido y el abecedario/ Con él, las palabras que pienso y declaro/ Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando/ La ruta del alma del que estoy amando/ Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me ha dado la marcha de mis pies cansados/ Con ellos anduve ciudades y charcos/ Playas y desiertos, montañas y llanos/ Y la casa tuya, tu calle y tu patio/ Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me dio el corazón que agita su marco/ Cuando miro el fruto del cerebro humano/ Cuando miro el bueno tan lejos del malo Cuando miro el fondo de tus ojos claros/ Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me ha dado la risa y me ha dado el llanto/ Así yo distingo dicha de quebranto/ Los dos materiales que forman mi canto/ Y el canto de ustedes que es el mismo canto/ Y el canto de todos que es mi propio canto/ Gracias a la vida, gracias a la vida”. La amiga doctora: “Jorge Luis Borges y Rubén Darío escogieron la poesía para cantarle a la vida”. “Una forma muy suya que los caracterizó e inmortalizó”. “Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Octavio Paz y Amado Nervo llegaron a la cumbre llenos de aplausos y laureles”. “La poesía es el gemido del alma, el dolor, la emoción, el amor y la pasión en un compendio de recuerdos inconscientes que se ordenan en prosa o sin ella, en fin, son la erupción del volcán interno que cada quien va tejiendo a lo largo de su vida”. “Fueron logros, pero también frustraciones que, al igual que la colima, van despejando nuestro camino a medida nos abrimos espacio entre la espesa manigua”.

Bajo el seudónimo, Margarita, “La Casa de los Recuerdos”: “Olor a pino, engaña el aroma de las flores/ La brisa de la mañana danza con el viento/ Capullos, helechos, tierra mojada, cada espacio hubo un encuentro./ En aquella añeja estancia, la casa casi abandonada,/ Llega un visitante, el pájaro carpintero, golpea el gran ventanal haciendo/ sonidos queriendo agujerear./ Tantos recuerdos, fotos, cuadros, libros, y más libros, soledad a veces,/ Armonía o simplemente se me va la vida./ Olor a tinta, escribo mis pensamientos, hojas ya amarillentas,/ recortes de Diarios de años anteriores, me traen nostalgia,/ narraciones, ideales, luchas sociales./ Anochece, arde la llama de la leña quemada,/ momentos dulces, regia chimenea, afectos, sonrisas, alegrías, lamentos y despedidas./ Es la casa, en la lejanía entre bosques, hojas y sonidos del silencio, lenta inquietud, memorias./ En esa casa ahora vacía, ¡fue más feliz de lo que creía!”. (Ya ves –entra el Sisimite– no te podés quejar, esas preguntas tuyas invitan a la gente a repensar sobre la virtud de vivir la vida lentamente, a sonreír, a cantar, a recitar, a abrazar. -Vaya pues –interviene Winston– vení te abrazo, de parte de la amiga aquella del colectivo que no te mandó saludos, pero ahora, sintiendo que te resentiste, pide que te abracen).