Derecha libertaria

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

La existencia de una fuerza de derecha libertaria en Honduras no existe con carácter político formal ni tampoco como expresión de lucha en el espectro político nacional. Sin embargo, con el ascenso de Javier Milei a la presidencia de Argentina, a la ciudadanía de la derecha hondureña, le llama la atención las declaraciones que lanza a la palestra política: “Yo soy un liberal libertario. Filosóficamente, soy un anarquista de mercado”. Esta postura, la definió cuando era diputado. Y debido a esta polémica oratoria que sostuvo a través de distintos programas de televisión de amplia popularidad, fue logrando posicionarse vertiginosamente ante el opositor socialista.

A lo largo de su campaña electoral, se atrevió a expresar frases como “vengo a sacar a estos delincuentes a patadas”, este eslogan le hizo ir ganando el respaldo de los jóvenes y de una clase media desencantada y hastiada de la incapacidad de las fuerzas políticas socialistas de darle solución a los principales problemas, como la creciente inflación”. Obviamente, en la ciudadanía argentina existen dudas respecto a las promesas que ha hecho, dado que inicialmente aseguraba que iba a “dinamitar” el Banco Central y poner fin a la “obra pública”, recortando los subsidios y permitiendo el porte de armas de fuego que son contundentes declaraciones de un libertario, pero luego, cambió de posturas en otros mensajes que lanzó (Juan Francisco Alonzo, BBC News Mundo, 19 agosto 2023).

Veamos entonces que significa el libertarismo. Al revisar la literatura sobre este concepto encontraremos que lo definen como una doctrina política que pretende la desaparición del Estado y de sus organismos e instituciones representativas y defiende la libertad del individuo por encima de cualquier autoridad. Es un término similar a acracia, anarquía y anarquismo. Es una filosofía política que sostiene que una persona debe ser libre de hacer lo que quiera en la vida, siempre que su conducta sea pacífica. O sea que, mientras una persona no asesine, viole, robe, defraude, invada o inflija cualquier otro acto de violencia contra la vida, la libertad o la propiedad de otra persona, se le debe dejar en paz. El libertarismo, por tanto, es aquella corriente que considera la intervención del Estado como un error, debiendo ser el libre mercado que asigne los recursos de forma eficiente. Así, los libertarios consideran que el poder del Estado debe ser considerablemente limitado, a la vez que, en ocasiones, extinguido.
De esta forma, los límites quedarían establecidos por los derechos individuales, debiendo regirse por acuerdos voluntarios y el principio de no agresión, como protección del individuo. Para David Boaz, expresidente del Instituto CATO, una fundación estadounidense que impulsa esta tendencia, el libertarismo “es una corriente filosófica dentro de la política que coloca a la libertad individual como valor político supremo”. En la Enciclopedia Filosófica de la Universidad de Stanford, se explica que “un libertario admite que se puede obligar justificadamente a las personas a hacer ciertas cosas, la más obvia abstenerse de infringir la libertad de los demás. Sin embargo, un libertario considera inaceptable que se pueda obligar a nadie a servir a otros, ni siquiera si es por su propio bien”. El filósofo estadounidense Jason Brennan, escribió en un artículo para la Escuela Austriaca de Economía e Ideas de Libertad lo siguiente: “Los libertarios creen que el respeto por la libertad individual es el requisito central de la justicia. Creen que las acciones humanas deben basarse en el consentimiento mutuo. Los libertarios abogan por una sociedad libre, de cooperación, tolerancia y respeto mutuo”. Lo que deja claro el recelo del libertario hacia el Estado, considerado invasivo e innecesario.

Como se ha podido ilustrar, la postura de los libertarios entra en conflicto con los liberales que abogan que es necesario una estructura (gobierno, leyes, etc.) que permita dirimir los conflictos y también que ayude a solventar las diferencias entre las personas. Y, sobre todo, con los liberales que han entrado en coqueteos con el Partido Libre, por intermediación del coordinador, que ha logrado que le apoyen a fortalecer la intervención del Estado en la economía o, mejor dicho, en la construcción del Estado socialista. Aunque realmente, lo que buscan, sea una cuota de poder para seguir gozando de las mieles que da la sociedad con la cúpula de gobierno socialista para proteger sus intereses particulares. ¿Acaso, igualmente ocurre esto, con actores políticos importantes del nacionalismo?

[email protected]