Nery Alexis Gaitán
El año 2023 fue muy duro para los pobres de Honduras. La carestía de la vida es tanta que se han incrementado no solo los pobres, sino también los que viven en la línea de la miseria. Estamos sufriendo las consecuencias de un gobierno inhumano, que le ha dado la espalda a los pobres. Imperan en él el nepotismo y la corrupción.
Pero aun con toda la crisis social, se debe seguir adelante y trabajar por el bien de nuestras familias y del país en general. Incrementar el esfuerzo personal es vital.
Recién ha empezado el nuevo año y lo común es que tengamos proyectos a realizar en esta nueva cuenta de 366 oportunidades para poder realizar nuestras aspiraciones. Con el alma henchida de esperanza nos aprestamos a vivir en busca de mejorar la calidad de vida.
Todo mundo espera que en este nuevo año le vaya mejor en todos los sentidos. Que haya salud, trabajo, dinero, prosperidad y, sobre todo, paz. Los buenos deseos están a la orden del día esperando que se cumplan al pie de la letra.
Lo extraño es que por lo general las personas continúan viviendo de la misma manera. Haciendo exactamente lo mismo. Pensando de la misma forma y sintiendo lo que siempre han sentido: rencores, maledicencias, pereza, deseando trabajar poco… Anhelar que haya un cambio conductual en ellas es sentarse a esperar lo imposible.
La terrible realidad es que los ansiados proyectos de año nuevo se diluyen, asfixiados por la misma conducta errónea de siempre. Ya lo dijo Einstein que “es una locura colocar a las mismas personas en los mismos cargos y esperar resultados diferentes”. Una regla de vida es que las personas no cambian, siempre van a seguir siendo lo que son: haraganes, sinvergüenzas, mediocres, al fin y al cabo.
Por lo tanto, esperar cambios sin hacer nada, sin poner el más mínimo empeño para lograr aquello que se desea es lo más absurdo del mundo. Todos sabemos que las metas se cumplen mediante rectos esfuerzos y padecimientos voluntarios que están animados por una férrea disciplina que es el motor que impulsa la realización de los sueños y anhelos sin importar cuáles sean.
Entonces, para que nuestros propósitos de año nuevo puedan transitar en el carril de la excelencia y el triunfo, se hace necesario empezar a cambiar, a modificar nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Empecemos por tomar responsabilidad de nuestras vidas y cambiemos los malos hábitos, las malas costumbres que nos separan de lo bueno, lo bello y lo noble.
Esforcémonos por ser personas de bien, trabajadores honestos, amigos fieles, padres ejemplares; seamos digno ejemplo de rectitud y honestidad para nuestras familias. Eduquémonos en valores tanto espirituales como morales para que descubramos la maravilla del amor, que todo lo puede, todo lo soporta y todo lo comprende. De esa forma alcanzaremos el tesoro más hermoso que existe y que nos lega cada día que pasa: la felicidad sin límites.
Los cambios tienen sentido cuando cambiamos nosotros, para bien, claro, y desplegamos la más excelsa condición humana producto de los valores que albergamos en el alma. Si debemos poner empeño en algo, que sea en el cultivo de los valores trascendentales, porque de ellos se deriva la más alta condición de vida.
Busquemos mejorar nuestra escala de valores, con la ayuda divina, y todo lo demás vendrá por añadidura. Y acostumbrémonos a no esperar nada de nadie, solo los frutos de nuestro propio esfuerzo.
No olvidemos buscar cada día la felicidad, que reside en el corazón, para que así nuestra vida tenga sentido y valga la pena vivirla. No olvidemos tampoco que en el centro de la felicidad siempre encontraremos el esplendor de Dios.
¡Los hondureños merecemos un mejor destino en la vida!