Por: Carolina Alduvín
La virtud es la excelencia moral. Una cualidad que se considera moralmente buena, la disposición de la persona para actuar de acuerdo con determinados proyectos ideales orientados al bien, la verdad, la justicia y la belleza. Capacita al individuo para hacer lo que está bien y evitar lo que está mal. Es equiparable a la fuerza, el vigor o el valor, el poder o la potestad para la acción, la integridad de ánimo y bondad de vida, hábito y disposición del alma para las acciones conformes a la ley moral. Se catalogan en cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, que son el principio de otras en ellas contenidas; más, las teologales: fe, esperanza y caridad, encaminadas a la búsqueda de lo divino. La etimología de virtud, proviene del latín virtus, que a su vez deriva de vir, que significa hombre, guerrero o valiente. El término se asociaba con la fortaleza o el coraje, propio del género masculino en el mundo grecorromano, la virtud es fundamental en la vida ética, lo contrario es el vicio.
Todos, en diferente medida, hemos desarrollado -consciente o inconscientemente- una o más de ellas; muchos, libramos periódicas batallas por cultivar una u otra, contra las tendencias naturales de la personalidad para acomodarse a situaciones que nos alejan de la perfección moral. Otros, al parecer, han erradicado toda noción ética de sus vidas y sucumben a uno o varios vicios, perjudicando así no solo su propia evolución, sino afectando el bienestar y los derechos naturales de sus semejantes, al privilegiar los aspectos egoístas, materiales, prosaicos, carnales, banales y superficiales de la personalidad por sobre lo trascendente encaminado a dejar el mundo un poco mejor de como lo encontramos.
La excelencia moral no es algo que viene incorporado a nuestra condición humana, sino algo que vamos construyendo conscientemente y con esfuerzo día a día, palmo a palmo con nuestras intenciones y nuestras acciones encaminadas a vivir individualmente de manera ética. Veamos las virtudes cardinales: prudencia, capacidad de discernir el curso de acción apropiado que debe tomarse en una situación determinada en el momento adecuado. Fortaleza, también denominada coraje, tolerancia, fuerza, resistencia y capacidad para afrontar el miedo, la incertidumbre y la intimidación. Templanza, también conocida como moderación, la práctica del autocontrol, abstención, discreción y temple del apetito, en una palabra: sensatez, considerada la virtud más importante. Justicia, considerada equidad, rectitud o capacidad de dar a cada uno lo suyo.
Las virtudes capitales, dentro de la teología cristiana, son aquellas que se oponen a los pecados capitales y son: humildad contra la soberbia, generosidad contra la avaricia, castidad contra la lujuria, gratitud contra la ira, templanza contra la gula, paciencia contra la envidia, diligencia contra la pereza. Mientras que la trilogía en pos de lo divino: Fe, o la certeza de lo que no se ve; esperanza la que no hay que perder bajo ninguna circunstancia, aunque todo lo demás haya desaparecido; caridad o compasión, preocuparnos y ocuparnos de las necesidades y anhelos del prójimo. De alguna manera, muchas de ellas se sobreponen o complementan, lo importante es hacernos el propósito de hacer crecer cada una, un tanto a la vez, día tras día.
Cambiar al mundo comienza por cambiar y perfeccionarnos nosotros mismos y vivir de manera Ética, apuntando hacia la perfección con las virtudes. El siguiente nivel es pasar de lo individual a lo colectivo; es decir el perfeccionamiento del conglomerado social, la política en su acepción original y sin estar contaminada de ambición de riquezas y poder, aquella que persigue el bien de la comunidad, no llenar el barril sin fondo de los apetitos mundanos, por la que está tan desprestigiada y hoy por hoy se percibe como oficio de delincuentes, corruptos, traficantes y escoria humana. Hoy ejercida por una oligarquía envilecida tanto de izquierdas como de derechas, disputándose las prácticas más repudiables. Cuando la política como conducción de nuestro destino de evolución social, corresponde a la aristocracia, o sea a los mejores.
Ese es el ideal expresado por los grandes pensadores desde la antigüedad clásica hasta nuestros días. En todas las civilizaciones que nos han precedido podemos apreciar vestigios de la virtud de sus ciudadanos y gobernantes. La historia nos demuestra que en su auge se encuentra el florecimiento de las virtudes. ¿Cuál de ellas vamos a cultivar este año?