José María Leiva Leiva
Cada inicio de año, dependiendo la idiosincrasia de cada quien, estamos acostumbramos a pedir a Dios, a un ser supremo, al destino o a la vida, el mismo cúmulo de peticiones: salud, trabajo, riqueza, viajes, paz, amor, felicidad, risas, éxitos, etc. Y ello está muy bien y es legítimo hacer. Pero, a cambio de obtener esos beneficios, que son, dicho sea de paso, gratuitos, ¿qué estamos dispuestos a ofrecer? ¿acaso no sería un buen intento para lograr un trato justo e igualitario? Incluso, estar en armonía con las leyes universales y con nosotros mismos.
En relación con la fe, ello me recuerda mucho el ejemplo que suele citarse sobre los japoneses que van a sus templos no a pedir, sino a ofrecer. ¿A ofrecer qué? Ser mejor esposo, mejor hijo, mejor hermano, mejor vecino, mejor trabajador, es decir, una mejor persona en todo lo que hace. Muy al contrario de lo que suele ocurrir en nuestra cultura social y religiosa, donde la feligresía, en su inmensa mayoría, asiste a los templos e iglesias, a pedir y a esperar, sin ofrecer nada a cambio.
En los cursos de calidad total y autoestima, se nos explica que esta diferencia de actitud religiosa también se puede ver reflejada en algo tan sustancial para el desarrollo económico del país, como el nivel empresarial, donde se aprecia a los sindicatos latinoamericanos presentar pliegos de peticiones (mayores sueldos, más vacaciones, más aguinaldo, etc.), mientras que los sindicatos nipones presentan pliego de ofrecimientos (ofreciendo bajar el nivel de error, una mayor producción en menor tiempo, etc. …objetivos que cumplidos, terminan en premiar a los trabajadores con beneficios en sueldos, vacaciones y aguinaldos, entre otros beneficios.
Dentro de estos ofrecimientos, podemos hacer cosas por nosotros mismos, y otras por las demás personas, llámense familiares o particulares. Por ejemplo, asumir un cambio de actitud positiva con un corazón flexible y bonachón que nos permita soltar lo que nos ata, lo que nos perjudica y ya no nos sirve. Implica perdonar, limpiar, ordenar cosas, liberar, agradecer. Cultivar el bienestar en todas las áreas de nuestra vida. Empecemos por ayudarnos llevando para el caso una alimentación saludable, la práctica de ejercicio, de algún deporte, de intentar dormir lo necesario, etc.
Actividades que, en su conjunto, seguramente contribuirán a alcanzar un buen estado de salud, y a partir de esta inmensa riqueza poder realizar otras actividades que nos llenen de energía y vitalidad para emprender nuevas acciones, que podrían comenzar con la familia. ¿Cómo? Ofreciendo ser un mejor hijo, esposo, padre, abuelo, hermano. Que reine en el hogar, sentimientos profundos de amor, comprensión, armonía, tolerancia, auxilio, respeto mutuo, espíritu solidario. Y por extensión comprometerse a ser un mejor vecino, un mejor amigo, respetuoso, servicial, conciliador. Y no digamos, un mejor trabajador, empleado, profesional o funcionario del sector público o privado, da lo mismo.
El hecho es ofrecer e intentar ser una mejor persona en todos los campos de nuestro quehacer cotidiano. Lo cual comprende, además, compromiso con la sociedad, con la comunidad, un gesto de desprendimiento humano, cristiano o personal, que conlleve para el caso visitas mensuales a un asilo, a un orfanato u ofrecer ayuda a un comedor para indigentes, apadrinar un niño con cáncer, visitar enfermos que se encuentren solos, en fin, ir al encuentro y asistencia de quienes más lo necesitan. Socorrer a estos hermanos nos vuelve desprendidos, solidarios, generosos.
Por último, en el enfoque de este cambio de actitud, vienen como complemento las palabras del psicólogo-terapeuta mexicano Octavio Robledo, que señala, con toda razón que tener un buen año, lleno de amor, dulzura y felicidad depende de uno mismo, y de que nuestro proyecto de vida sea realista y concreto, que realmente convierta los 365 días en oportunidades para progresar en el crecimiento personal. Por ende, sugiere en lugar de “bendiciones”, que encontremos nuestra misión en la vida, enfocándonos en ella, “porque cuando realizas lo que te agrada esto te lleva a una pasión y se genera una paz interior que te llevará a la felicidad”.
Agrega, que en este 2024 nos amemos a nosotros mismos, y a los demás y que lo expresemos. “No te quedes con las ganas de acariciar y de agradecer, entiende que lo único con lo que contamos es con el día de hoy, y tienes solo 24 horas para demostrar tus atenciones, porque a lo mejor mañana ya no lo verás o tú dejarás de existir. Realiza homenajes a la gente que amas y admiras en vida, ahorita que lo pueden recibir. Acéptate a ti mismo y a todo a tu alrededor. Acepta que la vida es injusta, o que ciertas circunstancias que se presentan en tu vida no son como a ti te hubiera gustado”.
“Haz una lista de aquellos miedos que te limitan como ser humano, y crea una estrategia para eliminarlos. De todo corazón te deseo que te equivoques, porque los tropiezos nos enseñan. No te deseo un año perfecto, porque la perfección no existe, te deseo que realmente aproveches el día a día, y que aprendas de los eventos que te rodeen y sobre todo llegues a obtener una paz interior”.