Nery Alexis Gaitán
En la defensa del sistema de vida democrático, hay momentos en la historia que son decisivos en la vida de los pueblos. Actuar con valentía es un requisito indispensable cuando se desea perpetuar la convivencia armónica bajo el Estado de Derecho que la sociedad ha creado. En nuestro caso, la defensa de nuestro sistema democrático es esencial para que el país continúe en la ruta del desarrollo y la prosperidad.
Los políticos, sobre todo aquellos de mitad del siglo XX, siempre estuvieron en conflicto con la democracia. En la historia reciente, recordando el conflicto del 2009, Zelaya, aunque atentó contra la Constitución, sí acertó en algo: la democracia hondureña no es perfecta. Se hace necesario que dentro de los parámetros democráticos se instaure más justicia social. Honduras es un país muy pobre, con altos índices de analfabetismo, problemas en salud y educación, en seguridad ciudadana y demás factores que conlleva la pobreza.
El gobierno, sin importar el color político a que pertenezca, en verdad, debe ser representativo de las grandes mayorías. Debe abogar por mejorar la calidad de vida en todos los aspectos. También debe mejorar la administración gubernamental, eliminar el clientelismo político y, sobre todo, erradicar la corrupción de una vez y para siempre; los corruptos le han causado los más graves daños a la nación y al pueblo. Es necesario, por lo tanto, que los políticos enarbolen la bandera de la honestidad para que puedan recuperar la credibilidad del pueblo, que por ahora es muy cuestionada.
Los políticos deben reivindicarse; es decir, trabajar en pro del bienestar común. Deben colocar en primer lugar los intereses del país, que implica salvaguardar a toda costa el sistema democrático y las instituciones que lo avalan. Pero si continúan anteponiendo sus mezquinos intereses, van a ocasionar que se pierda el sistema de vida democrático. No hay que olvidar que cuando el pueblo tiene hambre no puede haber democracia. El hambre no entiende de razones.
Una verdadera democracia toma en cuenta las necesidades fundamentales del pueblo y tiende a satisfacerlas. Esa es la condición esencial para que la democracia prevalezca y no muera. Dicen que los pueblos que olvidan los errores del pasado están condenados a repetirlos. Esperamos que este no sea el caso del pueblo hondureño. La crisis política generada por Manuel Zelaya y luego por Juan Orlando Hernández al haberse reelegido ilegalmente, puso en evidencia los problemas que acarrea nuestra democracia. La lección aprendida debe estar orientada a mejorar y fortalecer nuestro sistema democrático tomando en cuenta las necesidades de los pobres de este país.
Los políticos deben entender que el pueblo se ha vuelto más beligerante en el reclamo de sus derechos, y por lo tanto deben cumplir lo que le prometen, de lo contrario estamos expuestos a una convulsión general. Es urgente una mayor equidad social. Sólo así la democracia prevalece.
Al final, para salvar la democracia no importa la afiliación política. Lo que sí importa es que el pueblo mejore su calidad de vida y tenga acceso a una salud y educación dignas; lo mismo que a un trabajo que le permita cubrir sus necesidades básicas. Lo justo es que haya una mayor justicia social para que la democracia tenga razón de ser.
¡Honduras merece vivir en paz y democracia!