El ghetto de Gaza

Por: Arístides Mejía

La evocación de la palabra ghetto nos remite al de una población encerrada y marginada, acaso los primeros ghettos se habrían establecido en Babilonia con muy otro propósito: mantener a la población hebrea separada del resto de la sociedad por parte de los rabinos con el objeto de mantener el rigor de la religión, las costumbres, la solidaridad a los pobres y los matrimonios endogámicos.

La prolongada diáspora judía convirtió a los ghettos en barrios segregados en la Europa cristiana que los persiguió y masacró por racismo y odio religioso.

El más célebre ghetto del siglo pasado fue el de Varsovia por la sublevación armada de los judíos que conociendo su destino resistieron por muchos días al asedio del ejército alemán, al bombardeo indiscriminado y a la hambruna cuando se les cortaron los suministros, durante la II Guerra Mundial.

Desde hace décadas en Gaza, territorio diminuto de unos cuarenta y un kilómetros de largo por unos 12 en su lugar más ancho, viven hacinados más de dos millones de palestinos, en buena parte refugiados internos de la Nakba (Catástrofe) de 1947-48 en que huyó y fue expulsada más de la mitad de la población árabe de Palestina durante la confrontación y guerras con el naciente Estado de Israel que contaba para entonces con menos de la mitad de esa población. Es el lugar más denso del mundo, rodeado de un muro con dispositivos electrónicos, sin aeropuertos o puertos autónomos sin conexión con la población de Cisjordania.

Tras declarar la independencia en 1948, Israel fue atacado por varios países árabes que no aceptaron la partición de Palestina en dos Estados. Su superioridad militar a pesar de su desventaja numérica supuso que los Estados Unidos decidiera aliarse con el naciente Estado conformado por emigrantes venidos de todas partes desde principio del siglo y de los sobrevivientes del genocidio nazi en Europa.

La mayor parte eran Askenazis, judíos europeos, que rápidamente desarrollaron el país hasta convertirlo en una sociedad próspera y democrática aunque con matices teocráticos, lo cual podría en parte explicar que no tenga una Constitución.

Los palestinos un pueblo árabe sin Estado, organizados en clanes y bajo el dominio de jeques, mayormente musulmanes (con una minoría cristiana que es la que ha emigrado a Honduras) quedaron atrapados en el desenlace del mandato británico, luego en la guerra fría y finalmente en el conflicto entre los iraníes chiitas que apoya a Hamás y la mayoría sunita que predomina en el mundo árabe.

En 1996, Arafat, líder histórico de la causa palestina, suscribió con el entonces primer ministro Isaac Rabin los acuerdos de paz de Oslo, bajo los auspicios de los Estados Unidos. Era el encuentro de dos grandes guerreros que habían comprendido que la paz y la negociación eran la única solución, confirmando que solo los que hacen la guerra pueden hacer la paz.

Rabin fue asesinado al poco tiempo por un fanático de la extrema derecha religiosa opuesta a los acuerdos de paz porque para ellos la meta es reconstituir el Gran Israel que comprende toda la Palestina y acaso hasta parte de otros países vecinos por la creencia de que esas tierras fueron dadas por Jehová, Dios de Israel, a su pueblo predilecto.

La Palestina históricamente ha sido tierra de paso entre tres continentes y espacio tampón de varias civilizaciones antiguas, lugar santo de varias religiones, hogar de gran cantidad de pueblos, algunos que lo habitaban con anterioridad la llegada de los hebreos.

Asesinado Rabin del Partido Laborista, es el Likud de derecha que toma el poder  y luego de casi dos décadas de gobiernos dominados por Netanyahu, tuvieron que aliarse con nacionalistas y religiosos extremistas para mantenerse en el gobierno a cambio de promover reformas para limitar la independencia de la justicia y acelerar la colonización de los territorios palestinos incluida Jerusalén Este, la consecuente  radicalización de los palestinos hizo aumentar las acciones militares contra los terroristas y civiles inocentes.

Tras los atroces ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, en los que fueron asesinados, vejados y secuestrados más de mil trescientas personas en Israel, la respuesta ha sido indiscriminada y la población de Gaza, confinada intramuros es removida de un lado para otro dentro del enclave. Ese es el ghetto de Gaza, un lugar sin salida, sin alimentos y bombardeado constantemente en el que han perecido más de 35 mil personas y destruida la mayor parte de la infraestructura.

Hasta allí la comparación, los contextos y motivos son diferentes pero el gobierno de Netanyahu (un político y diplomático) rodeado en su gabinete de religiosos supremacistas, que nunca han tomado las armas (pues están exentos) son los que más instigan para la continuación de una guerra con desproporcional cantidad de víctimas civiles frente a los terroristas abatidos.

Esto ha dado lugar a que el fiscal de la Corte Penal Internacional pida hace unos días, la captura del primer ministro, la del ministro de Defensa de Israel y a la de los cabecillas de Hamás, acusados todos de crímenes de guerra.

Un sinsentido de la historia para un pueblo perseguido por siglos, que sufrió racismo y exterminio. Una pésima estrategia en el mediano y largo plazo. Israel tenía simpatías desde su fundación, por el holocausto, por sus logros, por su democracia en un entorno autoritario, por el rechazo al terrorismo islámico. El temor a la acusación de antisemitismo le había protegido de críticas, ahora ese argumento ha perdido peso. En occidente esto se esfuma rápidamente y la solidaridad con los palestinos, antes inexistente ha crecido, así como la opinión pública ha ido cambiando de parecer sobre un tema que estaba casi olvidado.

La llamada guerra en la que no se enfrentan dos ejércitos regulares, sino que terroristas que se esconden en túneles y entre la población no puede ser ganada militarmente.

Tras la ocupación militar cómo se va a administrar ese territorio? ¿Quién lo va a reconstruir? ¿Quién garantiza la seguridad y el retorno de los rehenes?

Esas son las preguntas que se hacen muchos israelíes que piden elecciones ya para sacar a Netanyahu, rechazado por el 80%. Esas son las preguntas de buena parte de la judería de la diáspora que está preocupada por el resurgimiento del antisemitismo, el reduccionismo mediático del genocidio y de la potencial proliferación de futuros terroristas que habrá entre los sobrevivientes de las masacres cuyo odio infinito no conocerá límites, en un Medio Oriente donde sigue predominando la ley del talión.

Una guerra se gana militarmente hasta que la bota de la infantería pisa la tierra conquistada, pero puede ser perdida con posterioridad por los otros factores, sino ahí están Irak y Afganistán de ejemplo, el ejército americano venció rápidamente y con el tiempo perdieron a ambos países a manos de sus enemigos, Irak por elecciones libres al ganar los chiitas aliados de Irán y Afganistán por el triunfo de los talibanes.

En Palestina no puede haber victoria ni paz mientras subsista el despojo, el terrorismo y el fanatismo. Solo la solución de dos Estados es viable.