Impresiones desde el Yermo-Ciudad

Por: Federico Rosa

Desde hace meses, la estación seca ha sido feroz.

Una densa capa de humo nos cubre. Los incendios parecen interminables e imparables. Tenemos semanas de no ver el azul del cielo a causa de una cortina de ceniza. La caluma serpentea por la mañana y se queda todo el día en nuestro pequeño infierno. Las pocas lluvias que han caído, paradójicamente, causan que haya más incendios y más humo.

Vivimos fuera del mundo, en circunstancias absurdas.

La ciudad-yermo: temperaturas desérticas, carros con más de medio siglo de existir rodando por las calles. Personas en harapos piden en las esquinas y semáforos o caminan con bolsos llenos de basura y plásticos, hablando solos; niños hambrientos cuidando de otros niños; ningún tipo de ley de convivencia; carros y motocicletas como avispas enfurecidas; policías con la autoridad de un cartero postal; una casa de gobierno impenetrable, y furtiva. Un gobierno indiscernible.

Los ciudadanos se encogen de hombros y dicen: “¡que calor, qué clima tan insoportable!”. La mayoría -los verdaderamente pobres- sueñan, a veces intentan, irse a otro país; una versión de una ciudad más tolerable que esta. En un subterráneo de Brooklyn, una niña hispánica carga una chiclera, ofreciendo chucherías en su inglés balbuceante.

A través de las carreteras medio pavimentadas, los cerros son pintados con anuncios de “Jesucristo Viene”. Se ve el humo y el fuego en los cerros. Pagamos el peaje mientras una niña nos pide limosna y otros venden alcitrones, mangos o dulces de leche.

Parte de la definición de “tragedia” es que nuestro destino es causado por nosotros mismos.

Una mesera afirma que hay tormentas solares en la atmosfera y, por ende, apagones, interrupciones en las redes celulares, calor y los incendios. Un doctor establece que el clima proviene desde el desierto del Sahara. Una dermatóloga explica que el humo desciende desde México por ser rodeado de montañas, la geografía atasca el humo. Otros argumentan que son grupos de poder quienes están quemando los bosques para hacer sus proyectos lucrativos. Más aún, hay una vieja narrativa de que los campesinos causan los incendios utilizando un método de agricultura prehistórico, quemando parcelas de tierra antes de los aguaceros. Hay otros quienes afirman que son pirómanos quienes están haciendo holocaustos por diversión.

A su vez, una ola de calor en Miami justifica esta miseria.

Todo esto pasa como algo indeterminado, nebuloso y difuso. No existe la verdad; ésta es mutable e imprecisa.

¿Es posible que esto siga sin alguna retaliación, prevención, contención, sin verdad? La respuesta es: sí. Hay algo muy similar a la anarquía en las calles. Un artista, ahora empleado del gobierno, postea en sus redes sociales que un país no se reforma o refunda en cuatro años.

La otra noche, después de regresar del supermercado, había un carro en llamas, quemándose entero en pleno bulevar. Venía una ambulancia y una patrulla. Parecía una película de ciencia ficción.

[email protected]