Las miradas se vuelven hacia el Partido Liberal

Por: Arístides Mejía

La campaña comenzó prematuramente cuando inesperadamente el partido de gobierno presentó la candidatura oficial de Libre con la pretensión de crear un consenso y que el partido saliera fortalecido y unido para hacer frente a la oposición que dividida perdería inevitablemente, según sus cálculos.

La estrategia consistía en fortalecer a la candidata antes de que surgieran otros contendientes y mientras tanto aprovechar los problemas que enfrentan los partidos tradicionales.

El desprestigio del Partido Nacional por su gestión recién pasada marcada por la corrupción y los juicios a sus jerarcas por narcotráfico, la fuga al exilio de su cúpula, la huida de su presidente y algunos juicios a diputados lo tienen condicionado.

El Partido Nacional, el mejor organizado y con mayor voto duro ha permanecido inmóvil ante estos acontecimientos, nadie se atreve a criticar a quienes lo han manchado y menos a pedir su expulsión para emprender una renovación.

Fuerte de la mayoría de las alcaldías y de la segunda bancada puede ejercer siempre un contrapeso y ha puesto en dificultades al Congreso Nacional actual.

Para Libre, iniciar prematuramente la carrera a su propia sucesión no ha sido ventajoso, los partidos en el Poder buscan dilatar la contienda electoral para dejar más tiempo de gobernabilidad y estabilidad a su propio gobierno. No lo ha sido porque se ha presentado un contendor fuerte que puede producir un cisma si no se canaliza la lucha política interna de forma democrática.

En cuanto al Partido Liberal, en declive desde el golpe de Estado de 2009 y debilitado por sus contradicciones internas, Libre lo ve como un contendor de poco peso.

Sin embargo, los errores estratégicos, la falta de alianzas adecuadas, las candidaturas sectarias y algunos oportunismos a la derecha y a la izquierda no han terminado de minar al otrora partido mayoritario que resalta ahora como el único partido centrista, reformista y democrático.

La desesperación de los verdaderos liberales por verlo resurgir nuevamente ante lo que consideran una oportunidad dada por dos administraciones que han creado insatisfacción en las mayorías, los ha inducido a poner la candidatura al mejor postor.

Se equivocan quienes piensan así, por mucho que sientan afecto por el partido. El Partido Liberal puede ahora inteligentemente jugar un gran papel en las próximas elecciones y ser factor de poder. Tiene unas cien alcaldías, bancada, tradición e historia, referentes y estadistas con credibilidad para la economía, la institucionalidad y la estabilidad democrática.

Una alianza hacia uno u otro lado el próximo año puede inclinar la balanza según la coyuntura que se presente: Si la mayoría –con los muchos independientes- quiere la salida de Libre y el PN se termina de eclipsar, el PL puede encabezar una gran coalición de hecho. Si por el contrario se produce algún resurgimiento del PN que implique su posible retorno al poder, una alianza programática –no de personalidades- con distribución asimétrica de los poderes para crear un gobierno de credibilidad para las inversiones y estabilidad institucional, podría ser un experimento positivo para armonizar a nuestra sociedad y crear nueva cultura política.

Honduras sigue teniendo un sistema de partidos,  pero cada vez más débil ante el crecimiento de los independientes, a falta de haber aprobado en tiempo la segunda vuelta o balotaje estamos a expensas de arreglos precarios.

Por mucho que los conservadores dentro del PL teman una alianza con Libre, debo decirles que es importante analizar bien las realidades políticas. Libre aún no ha hecho un típico gobierno socialista, de nacionalizaciones de empresas, ni autoritario que restrinja las libertades fundamentales. Libre es un partido heterogéneo, compuesto por muchos liberales de pensamiento que suelen ser sus cuadros de gobierno, estos desean hacer reformas, pero no fuera del marco del Estado de Derecho. Por supuesto que hay una minoría radical marxistoide que quisiera que las cosas fueran por otro rumbo, pero justamente una victoria sobre ellos sea por el triunfo de la oposición coaligada o por la mediatización de una alianza progresista puede frenar estas tendencias.

El problema de una alianza de oposición es que habría que hacerla con el actual PN, que sin renovación es contaminante, el Partido Liberal sería blanco fácil de acusaciones de las que no es responsable.

Por todo esto es el propio Partido Liberal que debe hacer su catarsis e introspectivamente interpretar estas opciones y no esperar pasivamente que llegue  un redentor solitario que levante con sus recursos algo que solo una buena idea y una política hábil con el candidato adecuado surgido de sus entrañas puede lograr.

El PL no ha dicho su última palabra, le toca su turno de hacer la próxima jugada, todo el mundo está a la expectativa de lo que hará y qué candidato llevará, eso sí, ahora se juega su destino.