Por: Mario E. Fumero
Falta mucho tiempo para las elecciones, y desde ya están apareciendo candidatos para la presidencia por todos lados, y la pregunta que hago es ¿por qué hay tanta contienda, división y lucha por alcanzar el poder político en un país sumido en una crisis, impuesta por las situaciones internacionales?
Ser gobernante de un país como Honduras, es un serio dolor de cabeza para quienes gobiernen, porque como quiera que se ponga, va a tener que llorar, ya que existen situaciones históricas que se han heredado y amplificado, y las cuales no se pueden modificar en un periodo de cuatro años, y lo peor de todo radica en el hecho de que cuando un partido contrario está gobernando, al triunfar le da vuelta a todo lo anterior, y hasta le cambian el nombre a todas las instituciones para dar impresión de que así hay un cambio, pero los problemas siguen siendo los mismos, porque no es un mal de forma, es un mal de fondo.
He repetido en muchos artículos que el mayor flagelo de una democracia es la división. Quizás el segundo mal que enfrentamos es las contiendas entre líderes, descendiendo muchas veces a niveles bajos en sus expresiones, para denigrar al contrario con falacias, mentira, y tomando errores humanos, como bandera de lucha.
¿Cómo cambiar la realidad actual de un país, que desde hace 40 años está en declive? ¿Podremos resolver los problemas con consignas o cambio de nombre a instituciones, o analizando cuál es la raíz del problema? Si somos sinceros y objetivos nos preguntaremos ¿cuál es la causa de las crisis políticas que han existido a lo largo de la historia en el país? Indudablemente que las causas radican en la corrupción que nace de la ambición y que produce enriquecimientos ilícitos.
¿Qué necesitamos hacer para poder cambiar el mal de fondo? Indudablemente necesitamos un proceso de educación mediante programas de motivación, pero esto envuelve un trabajo a largo plazo. Recordamos que al inicio del alcalde el gordito Castellano, que murió durante un accidente en helicóptero cuando el Mitch, lanzó una campaña para que la gente no tirara la basura por las calles. Bajo esta consigna promovió que dejáramos la basura en su lugar, y usando en la propaganda a un mono motivó colocar la basura en los basureros que instaló en diferentes lugares de la capital, pero ¿qué ocurrió? la gente siguió tirando la basura en la calle y muchos basureros desaparecieron.
Modificar la conducta de un pueblo es tarea difícil y de largo plazo, a menos que hagamos trasplante de cerebro japonés para resolver el problema, pero científicamente hablando, todos los órganos del cuerpo se pueden trasplantar, menos el cerebro.
Erradicar la ambición, y el deseo de poder del espíritu confrontativo que tienen los políticos, requiere un arduo trabajo para poder modificar la conducta, y esto no se puede lograr políticamente, sino educativamente, lo cual requiere tiempo y la impartición de valores morales.
Pero ¿cómo podremos tener gobernantes de altura para modificar la conducta de una nación? Analizando y estudiando las características de las personas que vamos a elegir para gobernar. Hay que juzgar los hechos más que las palabras. Esto envuelve ver su accionar a nivel personal, familiar y social.
Hay algo fácil de detectar en las personas, como, por ejemplo, el egocentrismo, el cual desencadena la ambición y lleva al despotismo. Al fin y al cabo, cuando un pueblo elige democráticamente a sus gobernantes, están eligiendo su futuro, y junto con ello, los valores que imperan según a quien elijan, por eso, que cuando un pueblo es culto y sabe analizar sus decisiones, la posibilidad de que prospere es mayor, pero hay algunos gobiernos les interesa la ignorancia y el paternalismo del pueblo, porque a través de estos dos factores, cometerán errores a la hora de elegir sus líderes.