Por: Oscar Armando Valladares
¡Caramba! Lo que son las cosas cuando son capciosas, cuando se proclaman mentiras sutiles y abiertas y se llama a engaño con perversa intención. De buenas a primera, resulta que lo malo en Honduras proviene, en todo y por todo, del gobierno actual: corrupción, narcotráfico, violencia, migración, impunidad, injusticia, pobreza, desempleo, inseguridad, insalubridad, ineducación, endeudamiento, carencia -en fin- de un Estado de Derecho. No hay para los defensores y propagadores de este guion ni un antes ni un después, ni una deducción causal, ni siquiera la estimación popular de que muchos polvos devienen de muchos lodos del cercano ayer.
Tal modo de apreciar las cosas tiene, a la vez, causa y efecto. Sus inductores -hombres y mujeres de notorio perfil- hicieron causa común en el golpe de Estado, al que buscan empequeñecer llamándolo crisis política de 2009, acto seguido en el gobierno de “Pepe” Lobo y en los dos que retuvo Hernández Alvarado. En más de trece años, estas buenas gentes no vieron nada irregular, no olfatearon ninguna podredumbre, no palparon ni un solo desliz, pese a que entre ellas y ellos fulguraban avispados economistas, abogados, sociólogos, académicos, empresarios, articulistas, directores y dueños del panal mediático.
No se dieron cuenta del latrocinio consumado tras las cortinas del Seguro Social (o, bajo bajo, hicieron mutis sectario). Se encajonaron en las narices gafas oscuras para no ver el galopante predominio del narcotráfico público-privado. Se algodonaron los oídos para no escuchar el tilín tilín de las privatizaciones portuarias, aeroportuarias, viales, de la energía eléctrica, etc. Ni el sentido olfativo ni el gustativo les funcionaron en 2013, por lo que no les fue dable husmear lo que se cocinaba en el Congreso Nacional: la increíble entrega de la soberanía patria a mercaderes, mediante la aprobación negociada de la Ley orgánica de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico. En resumidas cuentas, no repararon -con calculado olvido- lo que día día se fraguaba en los altos de la Casa de Gobierno y, desde esta, hacia el barrio abajo de la pobreza acumulada.
Sorprendentemente, reactivado el proceso fisiológico de recibir sensaciones y estímulos y comunicarlos a través de los cinco sentidos y del entendimiento, ahora ven, oyen, gustan, olfatean y palpan perfectamente, siendo además llamativa su capacidad reflexiva para captar las “maldades” del régimen de Libre que, con menos de tres años de difícil vigencia es, a los sentidos resentidos de sus adversarios, “lo peor que nos ha pasado”, con lo que, de cara al próximo ejercicio comicial, exclaman preocupaditos: ¿Qué le espera a “nuestra” Honduras?
Aunadas a los intereses económico-políticos más recalcitrantes -de que son en realidad parte complementaria -como la llave al llavín-, listas están estas personas para recibir y difundir los temas y consignas consiguientes. Prosiguiendo la campaña contra el gobierno de la señora Castro Sarmiento, la tienen hoy con la precandidatura de Rixi Moncada, en pos de cerrarle el paso a un posible segundo triunfo de Libre en las “primarias” y “generales”. A ese efecto, en la arena movediza de Libertad y Refundación encumbran la postulación periférica de Jorge Cálix, cuestionado por sus nexos con el partido de la estrella solitaria; a lo externo, a quien se llama el Salvador de Honduras y, en los aposentos liberales a la diputada por el PSH, Maribel Espinoza, decidida también en disputar el sillón presidencial con la tercera fémina lanzada al ruedo, Ana García de Hernández, de la milicia cachureca.
Con la fiereza con que las derechas traman a nivel mundial agudizar más la historia, acá los medios e intereses -renuentes a todo cambio sustentable- consumen esfuerzos y diretes no sólo porque el partido del socialismo democrático le diga adiós al “poder”, sino más aún: porque desaparezca estructuralmente o, en su defecto, modifique su minuta doctrinaria con el desplazamiento de su líder fundacional. De ahí que se perciba un cierto aire vallejeano, a saber: ¡Aparta de mí este “cálix”!