Gula

Lorenza Durón

En el supuesto debate público cabe la caracterización “un bombardeo del basural” que circula en los portales tecnológicos y “los chunches adictivos” es correcta. Las distinciones son menos ideológicas: Los que manipulan o los que persuaden, los de la argolla y los que quieren sustituir a la argolla, competentes o incompetentes, amigos o enemigos, los que creen en la abundancia o los que creen en la escasez, los que se expresan sobre la corrupción o los que evitan hacerlo, etc… Es realismo político entender las reglas de marketing o propaganda y seguir el dinero, antes de aventarnos a filosofar sobre libertades y determinismos, que eso incita a una gula intelectual.

Para no caer en el cinismo y la desesperanza, recordemos que aún hay presidentes en el mundo que después de una elección ordenada y auditable, son capaces de reconocer el mensaje de sus paisanos en las urnas y actuar de conformidad, como lo hizo el presidente Emmanuel Macron. Aspiramos a tener elecciones como las europeas de este pasado fin de semana, con una temporada de campaña corta y en la que los votantes favorecieron políticas de sanidad financiera.

Y a los ciudadanos que aun exigen que sus políticos sean elocuentes y se expresen con elegancia: ¡Gracias! No es fácil sostener la peña de la integridad en medio de tanto ruido. Ojalá un día gane nuestro candidato con sus propuestas de vainilla, el que prescinde de eslóganes baratos para movernos a las urnas, el que trabaje con la humildad de José Mujica, la asertividad de Javier Milei y el temor a Dios de Nayib Bukele.

Pero siendo realista, las nuevas ideologías hechas a la medida son más contenido y entretenimiento que discurso. Hay un surtido para todos los gustos. Los que saben destacarse entre el ruido digital son los que logran articular los que otros no podemos expresar, los que destilan la idea compleja y la convierten en cosmovisión. A veces nos sale la alcachofa en la paella, el camarón en el chapsuy, la uvita en el tutti frutti y le damos un “me gusta”*, porque no tenemos tiempo de andar profundizando mucho, analizando mucho, comparando versiones, contextualizándolo todo y salirnos de nuestra zona de confort. Terminamos encajonados, con la misma opinión asignada por nuestra fuente habitual y después nos quejemos por no entender a las plebes que votaron por Brexit. En realidad, no hay atajos, estamos ocupados, algunos están estresados, y, hablando de pecados capitales, el ruido digital despierta la ira.

* “Los algoritmos de las redes sociales crean cámaras de eco donde las personas están expuestas principalmente a opiniones similares a las suyas, distorsionando su percepción de la opinión pública y sus respuestas en encuestas”. Tomado del Editorial lunes 10 de junio de 2024