Por: Elvia Elizabeth Gómez García*
El siglo XXI llegó acompañado de la revolución digital, los avances tecnológicos han permitido que tengamos acceso a una serie de aparatos electrónicos que “nos facilitan la vida”. Se lee grandioso el poder solucionar muchas de las cosas de nuestro quehacer cotidiano con solo dar un clic en la computadora o enviar un mensaje de WhatsApp.
El problema radica en que nos hemos vuelto tan dependientes de la tecnología, que más que dependencia para muchos se ha convertido en una adicción. ¿Cuántas horas del día pasamos conectados a través del móvil o la computadora? Si nuestro trabajo amerita que lo hagamos esta muy bien, pero ¿si es por matar el tiempo? ¿si es por ocio solamente?
Cuantos, de la vieja escuela y de las generaciones de transición nos hemos topado con la siguiente escena: fin de semana, salir a desayunar o a comer en familia a algún restaurante y sentados a la mesa, cada quien en su móvil y por supuesto, para el más pequeño y para que “esté tranquilo”, la Tablet en la que puede estar visualizando a sus personajes favoritos de Disney o viendo programas en YouTube, el más grande jugando Minecraft o Roblox que son los juegos de moda en este momento y los adolescentes viendo su Instagram, Facebook o TikTok.
Las horas familiares dejaron de ser momentos para compartir y platicar de todo un poco y se convirtieron en reuniones en las que impera el déficit de atención a lo que se está hablando en el momento. Las redes sociales han acercado al mundo y alejado a las familias, las amistades son virtuales y la inmadurez lleva a compartir sentimientos, sueños, frustraciones y hasta fotografías con personas que no conocemos, que solo sabemos lo que está en su perfil sin tener la certeza que esa sea realmente su cara y lo que vemos sea realmente su vida.
Poco a poco, por la falta de personas que quieran trabajar en el cuidado infantil, por la dificultad de encontrar a alguien calificado a quien podamos considerar “de confianza”, como para depositar en ella el control de nuestra casa y el cuidado de nuestros hijos, hemos ido sustituyendo esto con consolas de videojuegos, computadoras y teléfonos móviles, que están teniendo un impacto negativo en las generaciones de relevo.
Si bien, algunos logran sacar el mejor provecho de estas y se enfocan en usarlas como una herramienta de estudio, es la mayoría la que se dedica al ocio y pasan horas conectados. Pensar en ello solo me recuerda una ilustración en la cual un hijo le pide a su madre que si algún día llega a un estado en el cual deba estar conectado a aparatos para poder vivir, opten por desconectarlo. La madre, haciendo caso a lo que su hijo le dice procede a desconectar la consola, la computadora, el wifi y el celular.
Así de colgadas están las nuevas generaciones, y aunque tengamos a alguien de apoyo en casa, muy pocas optan por jugar con ellos o ponerles a hacer cosas creativas, por el contrario, agradecen que sean niños “enchufados”, porque el quehacer es menos y da tiempo de ver la telenovela del momento o de “curiosear” las redes sociales.
Es tiempo de hacer un alto, porque si bien la era moderna nos tiene cansados, debido a mayores exigencias de trabajo y al ritmo acelerado de los acontecimientos, tomamos la decisión de tener hijos y debemos dedicarles el tiempo de calidad que necesitan para que, llegado el momento de extender las alas puedan volar fortalecidos y sin miedo.
Mucho se habla de la inteligencia artificial y de como esta nos superará muy pronto, pero esta tecnología no posee sentimientos, no puede formar ciudadanos con valores, no puede tener hijos. Las niñeras digitales, lejos de facilitarnos la vida, pueden llegar a producir daños irreversibles en la formación integral de los niños.
Debemos reflexionar en lo que nuestros hijos ven, y por muy cansados que estemos, si hay tiempo para jugar con nuestros hijos, pero no a los videojuegos, sino a andar en bicicleta, a pelotear, a pescar, a correr, a volar un papalote o a las cartas, no lo desperdiciemos en estar sentados o acostados viendo nuestro móvil mientras ellos están conectados con su niñera digital.
*Profesora universitaria.