Por: Rafael Delgado*
Cada país debe tener el espacio y el tiempo para la discusión, aprobación, así como para la implementación de grandes iniciativas que den viabilidad para existir como nación en un futuro. Hacer nada sustancial por ocupado en cosas intrascendentales que dicta el ciclo político; paralizar lo importante por ocuparse de cómo mantenerse en el poder sale demasiado caro desnudando al final un liderazgo sin capacidad y sin propósitos. Definitivamente que en el país sobran esos ejemplos. Al igual que hacer nada, lo mismo puede decirse del otro extremo, cuando los gobernantes se dedican a crear ilusiones, a vender promisorios escenarios que no se sostienen más que en una bonita presentación de Powerpoint o en un entretenido video promocional. Claramente que el país no debería tomar ninguno de esos caminos.
Las circunstancias y condiciones internacionales indican grandes peligros que acechan, pero que seguramente se ensañarán con gran rigor en las pequeñas economías si no se hago algo sustancial contra ello. En ese ajetreo creciente del comercio internacional, las rutas marítimas son ahora una de las grandes preocupaciones ya que se anuncian grandes problemas en ellas. El Canal de Suez, así como el Canal de Panamá dos estrechos que con grandes obras de la ingeniería y la ciencia han podido desarrollarse como los puntos claves que permiten acortar enormes distancias, reducir costos sustanciales y acercar a los países, están ahora en el centro de la atención. En el primero, los riesgos crecientes derivados de los conflictos en Oriente Medio han replanteado estrategias de comunicación diferentes, pero más costosas. Por otro lado, el Canal de Panamá sometido, como toda la región centroamericana, a los efectos del cambio climático y del manejo irresponsable de los recursos naturales, cede en su potencial recientemente aumentado.
Honduras sigue siendo una alternativa para esos problemas. El país lamentablemente no destaca como opción por sus debilidades. Pero el potencial, surgido de sus características geográficas inalterables, están allí abriendo la oportunidad de poder construir una ruta que permita cruzar el territorio para acortar las rutas de multimillonarios movimientos de carga. Pese a que son inmutables esas ventajas no han sido lo suficiente para que finalmente, en vez de simples amagos, algo sustancial ocurra. Por todos lados están las terribles historias que produjeron sangre y lágrimas en el pasado cuando el proyecto se hundió en las aguas de la improvisación, la corrupción y la negligencia.
El Caribe y el Golfo de Fonseca, con los retos que deben superarse, representan una oportunidad para el país. Se trata como se ha insistido de ir construyendo una propuesta que desde su planificación hasta su ejecución sea orientada primero por una voluntad que no vacile en poner siempre por delante los intereses nacionales sin sesgos para ningún grupo en particular, dirigida a darle fuerza a través de los sistemas logísticos, la infraestructura y sus instituciones a un país amenazado hoy no solamente por su mismo sistema, sino por el cambio climático. Eso es fundamental y define entre el éxito y el fracaso de todo lo que se quiera ejecutar.
Fundamental en esto es ir desarrollando los proyectos basados en criterios científicos, todo dirigido por expertos en el campo y no por atrevimientos sin fundamento. Los onerosos estudios deben realizarse y las instancias técnicas deben crearse para que le den sostenimiento a lo que es posible y lo que no es; así terminar quizás en una propuesta de proyecto escalonada, pero factible que indique la mejor forma de ir construyendo esa ruta logística entre las dos costas. Hay dos cosas adicionales a mencionar rápidamente y que no deben olvidarse. La institucionalidad pública como está en estos momentos no es capaz de emprender esa titánica tarea. Si no se puede emprender un sólido plan de construcción de bordos para la protección del Valle de Sula de las inundaciones, mucho menos se puede esperar autoridades públicas dirigiendo exitosamente el megaproyecto de conectar el Caribe con el Golfo de Fonseca. Es importante mencionar también el delicado equilibrio de la geopolítica. Lo que menos esperamos es que el proye
cto termine siendo pieza apetecida en las consideraciones de poder de los grandes bloques comerciales que podrían crear un problema más que nadie desea.
*Economista. Catedrático universitario.