Por: José Rolando Sarmiento Rosales
Honduras nuestro país, siendo el territorio de mayor cantidad de cuencas hidrográficas en el istmo centroamericano, desde hace varias décadas comenzó a sufrir escasez de agua para surtir la demanda del vital líquido a sus habitantes, tanto del área urbana como rural, así como para usos industriales, sistemas de irrigación para la agricultura y represas hidroeléctricas como la del Proyecto Yojoa-Cañaveral-Rio Lindo, Francisco Morazán-El Cajón y otras de menor capacidad de generación en el país, sea de la ENEE o de empresas privadas. Esta deplorable situación no solo es por el cambio climático, sino también por la tala incontrolada de sus bosques y más aún los criminales y destructivos incendios forestales, dañando los nacimientos de agua subterránea y corrientes superficiales, que alimentan las quebradas, riachuelos, ríos, lagunas y lagos en el territorio nacional.
Afectan también las cuencas hidrográficas azolvadas por millones de toneladas de tierra, piedras, arena, lodo, troncos de árboles y maleza, arrastrada desde las partes altas debido a la erosión de los suelos causada por la pérdida de la capa vegetal y las raíces que mantienen la estabilidad de los terrenos, rellenando los cauces naturales por donde corren, y la capacidad de albergar sus corrientes, provocando desbordamientos e inundaciones, más el perjuicio de las represas donde se acumulan millones de metros cúbicos de agua, que por la falta de suficientes lluvias se vacían al abastecer a las poblaciones, el caso de las ciudades gemelas de Tegucigalpa y Comayagüela, en donde desde hace muchos años existen racionamientos que en algunas zonas urbanas duran varios días o semanas, y en muchos casos simplemente no les llega por su elevada ubicación.
En varios países latinoamericanos que se consideraban ricos en agua, ésta ya no sobra. Expertos piden actuar rápidamente o racionamientos serán cada vez más continuos y comunes. Datos del Aqueduct Water Risk Atlas del World Resources Institute indican que 25 países, que albergan a una cuarta parte de la población mundial, enfrentan cada año un estrés hídrico extremadamente alto, y consumen regularmente casi todo su suministro de agua disponible. Y al menos el 50 % de la población mundial (alrededor de 4.000 millones de personas) vive en condiciones de gran escasez de agua durante al menos un mes al año. Se espera que para 2050, 1.000 millones de personas adicionales vivan con un estrés hídrico extremadamente alto. Según un sondeo elaborado por la VOA a alrededor de 1.300 personas, un 76 % dice estar muy preocupada por una posible escasez de agua que se puede presentar en su país.
Para los expertos, los fenómenos ambientales, las inapropiadas políticas públicas y el cambio que han tenido las sociedades y las industrias influyen para que, cada vez más, se acreciente el problema. Según Juan Carlos Bello, director regional y representante del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) para América Latina y el Caribe, el mundo está enfrentado una triple crisis ambiental, a nivel planetario, como resultado de la crisis climática, de pérdida de biodiversidad y de la contaminación. Entonces, para el caso particular del agua, se observa una trayectoria de calentamiento global, que transforma todos los procesos climáticos del planeta, lo que se traduce en eventos extremos que se suman a Fenómenos como El Niño y La Niña, en periodos muy cortos, y en donde “las sequías cada vez son más intensas y los periodos de lluvia son mucho más intensos”.
Adicionalmente, hay una pérdida y transformación de los ecosistemas naturales, un gasto indiscriminado por parte de los seres humanos y sus actividades económicas y productivas. Por otro lado, Víctor Arroyo, director para España, Portugal y América Latina de Isle Utilities, empresa especializada en innovación y adopción de tecnologías hidráulicas, enfatiza en que “la población, el desarrollo económico y la distribución del agua no es homogénea”. Normalmente, asegura el experto, hay zonas en las que se desarrolla la actividad económica, especialmente la agricultura y otras actividades industriales, donde no hay abundante agua, y allí el gran “reto” consiste en llevarla desde la fuente hasta donde se necesita, lo que implica “obras muy caras” de ingeniería, además “complejas, que involucran a muchas partes interesadas y que habitualmente o en muchas ocasiones, no están todas alineadas”.
Una explicación en la que coincide Miguel Doria, hidrólogo regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, al señalar que Latinoamérica es la región más urbanizada del planeta: “Más de 85 % de la población de América Latina vive en ciudades y esto significa que hay concentración demográfica, donde muchas veces no están los recursos hídricos. O sea, hay bastantes países donde la capital se encuentra en masiva sequía, pero al norte, al sur, etcétera puede haber incluso inundaciones”. En Honduras las lluvias son esperadas con ansiedad para proceder a las siembras, que se recuperen las represas y aminoren los racionamientos de agua y electricidad, pero bajo el temor de los daños a viviendas por derrumbes, calles inundadas que impiden el libre tránsito, y los desbordamientos e inundaciones del Ulúa y Chamelecón en el Valle de Sula, y municipios de El Progreso y El Negrito en Yoro, y de Tela, en Atlántida.