General Morazán suprime pena de azotes

Darío González C.

Cuando el destacado historiador Anastasio Alfaro, desempeñó el importante cargo de director del archivo nacional de la capital Josefina, clasificó en forma detallada las causas criminales antiguas, publicando en los diarios algunos artículos que luego merecieron honrosa acogida en los archivos de Psiquiatría y Criminología de la república Argentina.

Gral. Francisco Morazán

En 1906 dispuso editar la colección de documentos recopilados en la precitada institución, con el sugestivo título “Arqueología Criminal Americana” opúsculo gentilmente dedicado al licenciado Luis Anderson, catedrático emérito de procedimientos penales de la Facultad de Jurisprudencia y difundido por la editorial Alsina de San José Costa Rica, con asombro verificamos en el referido texto el sistema penal costarricense, decretado por la Asamblea Nacional Constituyente, aquel 22 de febrero de 1839, que en forma tácita, obligada a los reclusos, trabajar donde el comandante designara desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, disponiendo únicamente, media hora para desayunar e igual tiempo para almorzar.

Una vez compurgada la condena, debía el reo pagar con trabajo los vestidos y alimentos, suministrados por el establecimiento, lo cual venía a convertir el sistema penal en una especie de negocio leonino del Estado. Más tarde el 21 de mayo de 1842, se modificó esta dura ley de la época del licenciado Braulio Carrillo; el General Francisco Morazán con profundo arraigo liberal, concretó su benevolencia al extremo de prohibir la pena de azotes u otra corporis aflictiva dentro del presidio. Las faltas cometidas por los presos, debía de castigarse solamente con recargo de trabajo y aumentar el tiempo proporcional a las faltas de cada uno.

Por primera vez se manifiesta en Costa Rica, la consideración relativa a la disciplina de régimen penal. Para el General Morazán señala el tratadista Alfaro, los delincuentes no eran potros cerriles privados de razón: Eran simplemente ovejas descarriadas a quienes se llamaban muchas veces a rebaño con simples toques de bocina, raro contraste ciertamente en las ideas de un militar que fundaba la unión centroamericana en el poder de las bayonetas.

En 1992 año del bicentenario del nacimiento del héroe centroamericano, el Instituto Morazán, editó “Legislación del General Morazán en Costa Rica 1841-1842” escrita por el profesor Abel Arturo Valladares, el proemio en referencia señala lo siguiente. Abel Arturo Valladares, nació en Ojojona, el 6 de marzo de 1904 y falleció en Roatán Islas de la Bahía el 10 de noviembre de 1978, a los 74 años de edad.

Fue un verdadero maestro entregado con esmero y sin reservas a los quehaceres de la docencia y de la investigación histórica, admirable en su labor como escritor pulcro y ameno, siempre incorporado en las elevadas causas del patriotismo, siendo originario del pintoresco pueblo de Ojojona, Francisco Morazán.

Profesor Abel Arturo Valladares

Su nombre sobresale al lado de sus coterráneos que fueron honra y orgullo del solar nativo, basta mencionar al sacerdote Alejandro Flores, uno de los fundadores de nuestra Universidad Nacional, al siempre recordado pintor nacional Pablo Zelaya Sierra, Eduardo Martínez López, primer biógrafo del General Francisco Morazán, profesor Sixto Martínez Aguilar, José Valentín Vásquez Silva, el consagrado compositor nacional Francisco Díaz Zelaya, Emilio España Valladares, quien fuera patriarca de la masonería hondureña y tantos más que sería muy largo enumerar.

El profesor Valladares en todo momento fue un ferviente admirador del General Francisco Morazán, caudillo y mártir de la unión centroamericana, en forma paciente y abnegada, durante su permanencia en San José de Costa Rica, se dedicó a la particular y delicada tarea de compilar las leyes, decretos y órdenes dictadas durante el gobierno provisorio del extraordinario estadista período 1841-1842. Desde San Juan de Tibás, Costa Rica, en enero de 1953 el profesor Valladares escribió: “Fortalecido en mi humilde parecer dediqué con voluntad y empeño, muchas horas por espacio de dos años, copiando con verdadero cuidado todos los decretos que corresponden a la legislación gubernativa en los pocos meses que ejerció como jefe supremo provisorio del Estado de Costa Rica. El General Morazán, desde abril a septiembre de 1842.

Muy pocas son las personas que conocen los decretos en referencia y la mayoría de los ciudadanos los desconocen, y de ahí que la califiquen desconsideradamente, pero no tienen la culpa, en primer lugar, porque prefieren leer La Prensa, donde a veces se publican artículos que desorientan completamente el nombre, el ideal y las ejecutorias del General Morazán.

Se escribirán muchos libros, pero nadie podrá recoger en sus páginas la basta obra realizada por el eximio estadista, gran reformador que sucumbió para dar un gobierno de leyes a Costa Rica.

El folleto escrito por el profesor Valladares, concluye la renombrada institución Morazanista, debe ser ampliamente conocido por la juventud centroamericana, pues amerita su amplia difusión en el ámbito de la patria grande, soñada por el glorioso Héroe de la Trinidad.

Los amigos que fuimos del gran antólogo e historiador Julio Rodríguez Ayestas, nos congratulamos al saber que desde hace muchos años desarrolló actividades encaminadas en mantener muy en alto, en medio de la veneración, la egregia figura del General Francisco Morazán, nuestro héroe continental, o como bien lo dijo José María Vargas Vila, en los “Divinos y los Humanos”: Es el Morazán que pasó por la historia con un fulgor de relámpago y el ruido de un guerrero Homérico.

[email protected]