FILTRACIONES Y LOS DILEMAS

UNA conversación –dizque secreta, enviada a través de la aplicación de mensajería “Signal”– filtrada por los noticiarios españoles, delata la inexorable rendición del prófugo líder separatista catalán, refugiado en Bruselas. La derrota la atribuye al gobierno de La Moncloa. El día estuvo cargado de ansiedades. Una enorme incertidumbre gravitaba en el ambiente. ¿Desafiarían los separatistas el fallo de la Corte Constitucional española impidiendo la asunción del candidato y expresidente de la Generalidad (Generalitat)? ¿Haría su ingreso al país donde tiene orden de captura? La salida de las fuerzas secesionistas en el Parlament –en palabras de la reportera que divulgó la exclusiva– fue “matar el “procés” independentista y “salvar a España”. Una ilusión que en repetidos actos de desacato a las leyes, para estupor del grueso de la población española –desde actitudes rebeldes para montar consultas desautorizadas por los jueces, hasta la proclamación de la ruptura– vendieron a una mitad de la comunidad catalana.
Impensable asumir que un pueblo de leyes, con independencia de poderes, amante de su soberanía integral y de su unidad, iba a permitir el desmembramiento de un pedazo de su territorio. Aplazada la investidura, se produce la reveladora charla grabada por las cámaras. Piugdemont confiesa a su exconsejero: “Esto se ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado, por lo menos a mí”. Los mensajes fueron captados por un fotógrafo colocado a espaldas de la persona que recibía en su móvil el texto enviado por el expresidente. Como decíamos ayer, esta cruzada de los secesionistas catalanes, es lo más reciente de un movimiento, al igual que de un sentimiento, que data de varios siglos atrás. Los historiadores sostienen que para entender ese embrollo hay que remontarse a la invasión musulmana de la península ibérica y a la conquista de Carlomagno. Los conflictos frecuentes –durante la Edad Media– entre la corona de Aragón con la de Castilla, encontraron sosiego con el amarre matrimonial de los reyes católicos. Al Rey Carlos I posteriormente se le viene la genial ocurrencia de unir las partes en un conjunto bajo el imperio español. Pero, siempre los peros, la corona de Aragón no se siente plenamente atada a la corona de Castilla. Así que de allá para acá, con mucho andar y camino recorrido de esa cohesión, el amable lector, con un poco de imaginación, fácilmente podrá deducir los múltiples inconvenientes que se suscitan motivados por tensiones sociopolíticas y territoriales.
Sin embargo, la España moderna es una sola. La misma Constitución otorga poderes extraordinarios al gobierno central –pese a la autonomía en ciertas materias que tiene la administración catalana– incluso para disolver el gobierno de Cataluña y convocar a elecciones. Eso fue lo que sucedió recientemente cuando emitieron la proclamación independentista. Fueron a elecciones y aunque la candidata de Ciudadanos las ganó, el bloque separatista logró la mayoría absoluta en el parlamento autonómico. Todavía, después del aplazamiento, no es seguro si desisten de presentar la cuestionada candidatura. El fallo del Tribunal Constitucional podría obligar al bloque separatista nominar otro candidato. De no hacerlo en los términos estipulados procedería la disolución del Parlamento catalán y una nueva convocatoria a elecciones. Lo incierto todavía es la naturaleza de las movilizaciones –de ambos bandos– de presentarse cualquiera de los anteriores escenarios. Otro dilema es el efecto que ello pueda producir, tanto en la actividad económica y financiera de la región que ya sufre serios problemas, como del país en un contexto integral.